Columna de Carlos Meléndez: La otra ola (populista)



Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES

La victoria de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia ha motivado decenas de columnas de opinión y análisis dando cuenta de una “marea rosa” como una suerte de reacción de los electorados a sus correspondientes gobiernos de derecha. En realidad, dicen quienes buscan precisión, estaríamos ante una ola antincumbente, pues a los gobiernos de derecha de Macri (Argentina), Piñera (Chile), Hernández (Honduras) y Duque (Colombia), les sucedieron victorias izquierdistas (Fernández, Boric, Castro y Petro, respectivamente), que manifiestan el rechazo a las administraciones del modelo de mercado en estos tiempos de estallidos sociales y pandemia Covid-19. ¿Pero en realidad América Latina navega en medio de olas izquierdistas?

Reconozco al menos dos formas en que los electorados rechazan a gobiernos de derecha: endosando apoyo a alternativas de izquierda o, también, a opciones anti-establishment (algunas veces se imbrican, pero no necesariamente). Los análisis referidos consideran que todos los presidentes de la “marea rosa” son tanto de izquierda como anti-establishment (lo cual es un error, por ejemplo, al pensar en Boric). Pero, ¿cómo explicar candidaturas de este tipo que no son de izquierda, como Franco Parisi en Chile o Rodolfo Hernández en Colombia, quienes obtuvieron porcentajes de votación considerables, a pesar de no ganar la elección? De hecho, el tiempo develó que Pedro Castillo tiene más de anti-establishment que de izquierdas y que Gustavo Petro, para ganar, tuvo que apelar a su compañera de fórmula, Francia Márquez, que lleva mejor esta partitura que la marxista-leninista.

Estamos, pues, también frente a otra ola: la del populista puro. Para éste, la principal división política en un país no es ser de izquierda o de derecha, sino la creencia de que el conflicto político más importante es entre la gente común y corriente y las élites económicas y políticas. Si bien políticos de izquierda (Petro) y de derecha (Bolsonaro) portan también esta dimensión, la misma puede mantenerse sin una línea programática definida (Vizcarra en Perú), pero ser igual de efectiva para movilizar a una ciudadanía también desideologizada, que no encuentra soluciones en plataformas doctrinarias, sino en puro radicalismo revanchista. Cuando Francia Márquez convocaba a “los y las nadies” en Colombia, o cuando Franco Parisi enrostraba “más regiones y menos Santiago”, estaban apelando a esta ola populista.

Es este tipo de anti-establishment desideologizado el que puede resultar más peligroso en caso de alcanzar el poder, pues al no tener una hoja de ruta, gobierna sumido en el revanchismo. De hecho, los izquierdistas que tanto miedo metieron durante las campañas resultaron ser poco radicales (como Boric), o incluso anunciar pactos con sus rivales históricos (como Petro con el uribismo). En cambio, un populista que decide gobernar sin ideología (como pretende Castillo), termina haciendo del gobierno confrontración pura. Perú no se acerca a una revolución, sino a un caos. Que sirva de advertencia.

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