Columna de Carolina Palma y Camila Hernando: Las lecciones que nos deja la Convención para el Consejo Constitucional



Hoy más que nunca la política debe aprender de sí misma. Frente a los desafíos que nos plantea la composición del Consejo Constitucional, el ejercicio de la reflexión y la capacidad de autocrítica son elementos fundamentales para poder proyectar un relato democrático y sostener la legitimidad de nuestras instituciones. Solo de esta manera podremos honrar el acuerdo adoptado por la mayoría de los sectores políticos sobre la necesidad de obtener una nueva Constitución para Chile.

A pesar del rechazo de la propuesta constitucional, el proceso constituyente 2019-2022 fue un momento único de movilización social, participación política y debate de ideas, que significó un inédito despliegue de recursos humanos, financieros e institucionales. En este contexto, nos parece urgente analizar su diseño y desarrollo en profundidad, y con la celeridad que los procesos demandan, toda vez que estos se nutrieron de las últimas décadas de conflictos sociales, el contexto político y la situación económica reciente del país. De este hecho histórico podemos obtener más lecciones para el futuro próximo que de cualquier otro proceso político.

Con esta motivación surge el estudio “La constitución que no fue: 7 lecciones del proceso constituyente 2019- 2022″, para el cual conversamos con quienes fueron protagonistas del proceso pasado: los exconvencionales, quienes han sido relegados del debate público. Desde ONG FIMA y Democracia Viva creemos justamente lo contrario, y por lo mismo realizamos una investigación basada en aquellas entrevistas, para llegar a una serie de aprendizajes que esperamos que se conviertan en un valioso insumo para los desafíos que hoy nos toca enfrentar. A continuación, describimos tres de las siete lecciones que consideramos más relevantes.

En primer lugar, es importante recordar que los y las integrantes de la Convención se enfrentaron a una serie de desafíos que desde su instalación complejizaron el proceso de negociación y acuerdos en las distintas dimensiones de la labor que les fue encomendada. Los convencionales describieron una serie de factores circunstanciales, como la poca experiencia política institucional de sus participantes, el recelo por las dinámicas de la política tradicional y la exclusión del debate del sector minoritario, situaciones que dificultaron enormemente la construcción de confianzas. Este justamente es un aprendizaje que no pueden perder de vista los actuales consejeros constitucionales.

Pero además, los y las exconvencionales realizaron profundas críticas a las actitudes poco prolijas de sus compañeros, tales como la utilización de lenguaje inapropiado, incumplimiento de acuerdos, arrogancia y hasta agresividad, faltas a la ética y ausencia de conexión con la ciudadanía. Dichas conductas, que vemos frecuentemente en la política, habrían afectado los procesos dentro del órgano, creando, intencionalmente una imagen negativa de la Convención. No solo en los órganos constituyentes, sino que en cualquier ejercicio de un cargo de representación popular, sus miembros deben tener un desempeño confiable y eficaz que permita tener aceptación ciudadana.

En la misma dirección, proponemos fortalecer la organización colectiva, las herramientas de diálogo y la disciplina para lograr acuerdos. Observamos la conveniencia del fortalecimiento del sistema de partidos (pudiendo incluirse en esto a los movimientos), de modo de propender a la participación política estable e institucional, que entregue a sus militantes herramientas necesarias para el diálogo y la negociación, facilite la construcción de consensos, y propicie de esta forma la recuperación de la confianza política en las instituciones. Tenemos que encontrar el balance en la adecuada representación política de independientes, pero también tenemos que fortalecer la democracia interna de las organizaciones políticas como los partidos, quienes son fundamentales en nuestra democracia. La organización colectiva necesita disciplina, y esta regla es fundamental para la toma de decisiones.

Por último, queremos destacar el principal hallazgo de esta investigación: este proceso constituyente no puede ser considerado un “fracaso”, puesto que las lecciones aprendidas nos brindan una base sólida sobre la cual edificar nuevas propuestas y soluciones a los problemas que hoy nos afectan, no solo en el Consejo Constitucional, sino que también en los otros órganos de representación popular. Así, a la luz de las experiencias pasadas, confiamos en que, tanto con este nuevo proceso como en todas las actividades democráticas de nuestro país, podamos buscar diálogos constructivos y respetuosos que más allá de los intereses particulares de cada sector, propendan al bienestar de nuestra ciudadanía.

Por Carolina Palma Correa, ONG FIMA, y Camila Hernando Martel, Fundación Democracia Viva

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