Columna de Clarisa Hardy: Cuando no todos valen igual

Al parecer, no todos valen lo mismo. Casi como una no noticia, con excepción del medio Ciper que lo ha dado a conocer, nueve niños y niñas haitianos que venían a Chile a reunirse con sus padres y madres fueron regresados de vuelta a su país de origen por tener documentación caducada. Son hijos e hijas de migrantes legalmente residentes en nuestro país y que llegan con visa de reunificación familiar.
Pero esos antecedentes no son suficientes para el servicio de migraciones, que hace primar la norma migratoria por sobre los derechos de la niñez. Y toda la polémica se centra en las responsabilidades de la línea aérea que los embarcó a sabiendas de que la documentación estaba vencida. Ninguna consideración humanitaria en la autoridad de migraciones; ninguna preocupación por esos menores que tras horas de vuelo esperaban llegar a tierra para abrazar a familiares, a quienes vaya a saber cuánto tiempo pasó desde la última vez que los tuvieron cerca; migrantes por razones de sobrevivencia separados de sus hijos y que tienen ahora la oportunidad de reconstruir familia.
¿Habría alguien denunciando negligencia del servicio de migraciones por autorizar el ingreso de esos niños y niñas al país para volver a estar cerca de los suyos? ¿Esa decisión que pone los derechos de la niñez por sobre otras consideraciones, habría acaso limitado la posibilidad de la autoridad para ejercer acciones contra la línea aérea? ¿Es tan difícil para la autoridad constatar si los niños que quieren ingresar al país en efecto tienen a sus familiares esperándolos y no es parte de una trata de niños? Todos estos argumentos ha esgrimido la autoridad de migraciones con una frialdad argumentativa y debilidad de razonamiento que se acerca más a la inhumanidad y al descriterio que a la seriedad funcionaria.
Los derechos humanos son para ser ejercidos, no para ser parte de declaraciones o narrativas retóricas. Y acá se trata ni más ni menos que de derechos de los más frágiles y vulnerables de todos, niños, niñas y adolescentes.
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No podemos asombrarnos de que este atropello haya ocurrido y que además no tenga la visibilidad comunicacional de la actual agenda de seguridad, aún si viola las más básicas condiciones de seguridad y protección de la infancia.
No, no podemos sorprendernos. Después de todo, la migración no goza de buena prensa ni mueve para bien la aguja en las encuestas de opinión pública. Después de todo, se trata de niños que obviamente parecen valer menos que los votantes. Y, después de todo y para peor, son haitianos.
Por Clarisa Hardy
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