Columna de Daniela Lagos: El Asesino Improbable: como arena entre las manos
En contraparte al personaje principal de esta producción de Netflix aparece una fuerza policial que en su mayoría podría estar en Los tres chiflados. No avisan a sus superiores a tiempo, no piden refuerzos, no cuidan la escena del crimen, empiezan inmediatamente una lucha de egos por quién se hace cargo y, sobre todo, durante días no le toman declaración a una persona que dice ser testigo directo del caso
En 1986, el primer ministro sueco Olaf Palme iba caminando con su esposa luego de ir al cine, cuando fue abordado por un hombre que le disparó a quemarropa y lo asesinó.
35 años después, este crimen sigue catalogado como no resuelto aunque hay muchos que aseguran saber quién fue el asesino: Stig Engström, un diseñador gráfico, un tipo promedio, alguien sin ningún motivo aparente para ser el autor de los disparos y de tamaña barbarie.
Ayer en Netflix debutó la miniserie El asesino improbable, relativa a este caso. Una nueva producción que se suma a la ya enorme oferta de series sobre crímenes reales, pero que lo hace desde un punto de vista que se vuelve mucho más interesante.
Porque en el guión de esta historia no hay dudas de que Engström es el culpable, y es a partir de esa teoría desde donde se plantea toda la trama; no es un “quién es el asesino”, sino un “cómo pudo haber sido tan inútil la policía para dejar escapar a quien tan claramente era el culpable”.
Robert Gustafsson es el actor que interpreta a Engström, figura protagónica de la serie y un tipo que, si cometió el asesinato, lo hizo de forma torpe y sólo siguió cavando su tumba en los días posteriores, aparentemente por una mezcla de temor de ser atrapado -porque las primeras descripciones de los testigos se acercan bastante a él- y un encantamiento con las entrevistas y con el hecho de ser el centro de atención entre sus conocidos.
El tipo contacta a los diarios, habla con quien quiera escucharlo, y va poniéndole más elementos a su historia con cada relato; porque primero es un testigo, luego dice que trató de avisarle a la policía sobre lo que había visto, y más adelante indica que trató de salvar a Palme.
En la contraparte de este personaje aparece una fuerza policial que en su mayoría podría estar en Los tres chiflados. No avisan a sus superiores a tiempo, no piden refuerzos, no cuidan la escena del crimen, empiezan inmediatamente una lucha de egos por quién se hace cargo y, sobre todo, durante días no le toman declaración a una persona que dice ser testigo directo del caso y que ya ha aparecido varias veces en la prensa con distintas versiones de lo que ocurrió.
Con todo esto, El asesino improbable se vuelve una producción muy entretenida e interesante, que cuenta un caso que con seguridad es conocido para todos los suecos, pero que por este lado del mundo es además una historia fresca y muy intrigante.
Una buena adición al mundo del true crime y una clase de cómo no resolver un crimen, que a ratos se vuelve frustrante de ver por lo cerca que están de un asesino que nunca atrapan, pero que por lo mismo aparece como una narración diferente a las que ya estamos acostumbrados a ver.
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