Columna de Gabriel Alemparte: Nunca es triste la verdad
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, nos recuerda Joan Manuel Serrat en su maravillosa “Soy sinceramente tuyo”. Recuerdo la frase a propósito de otras que a diferencia de la sinceridad, esta semana nos han demostrado la falta de lucidez y la frivolidad de la política por alcanzar lo que se quiere.
Abrió los fuegos el presidente del PPD, Jaime Quintana, quien al ser consultado comprometió a su partido a no abrir la discusión constitucional hasta el 2030, cuando se evalúen los resultados de los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por la ONU. Lo particular de la declaración, es que la realiza solo una semana después de haber señalado que de aprobarse el nuevo texto constitucional tendríamos un nuevo estallido social.
Continúa el sempiterno ex vocero Francisco Vidal. Ahora como quien despierta de un coma, se recuerda “que esta es la Constitución de Lagos”. Hace poco más de un año sostenía todo lo contrario, olvidando de paso, que en ese septiembre de 2005, “en que despuntaba la primavera” como anotó el Presidente Lagos, el mismo Vidal firmó el decreto que promulgó la nueva Constitución de 2005.
De todas las frases se desprende la derrota intelectual y política de las izquierdas chilenas. Por una parte, el Frente Amplio y el PC que en las postrimerías de las protestas estudiantiles de 2011 y octubre de 2019, nos acostumbraron a una discusión pública de lo políticamente correcto, en una sociedad ocupada de nichos identitarios comprometidos con causas de minorías, válidos por cierto, pero que dejaron de lado a la mayoría ciudadana. El problema es la otra izquierda, esa que otrora fue moderna, se abrió al mundo, creyó en un país desarrollado fruto del emprendimiento en asociación público privada, esa que nos llevó al país del “ingreso medio”. Hoy su agotamiento intelectual y sed de poder la llevan a acoplarse a esa otra, perdida en sus nichos, dejando de representar a las mayorías que buscan seguridad, crecimiento y empleo, naufragan en torno a las ideas de sus socios.
Lo que es peor, es que a fuerza de conseguir empleos públicos o bien, de mantenerse en el poder, hoy se desgasta en un gobierno donde es la otra izquierda la que ruge en una tensión que se demuestra en materias tan complejas como seguridad, migración o el tema constitucional.
Perdidos en contradicciones, hoy incluso defienden la Constitución que hasta hace poco señalaban como la de Pinochet, olvidando que el nuevo texto incorpora luchas que durante años fueron propias, el derecho a la vivienda digna, el reconocimiento a las familias, el trabajo decente, el acceso de oportunidades de las mujeres al empleo y la remuneración equitativa y la incorporación igualitaria a cargos públicos, todos temas que hoy son parte del nuevo texto constitucional pero que se niegan a reconocer en una amplitud del ego de no haber sido ellos quienes escribieron en esta oportunidad. De lectura del texto nada, de deshonestidad en la defensa de la posición mucho.
Como en “Sinceramente tuyo”, uno se pregunta cómo esta izquierda (que por antítesis dice llamarse democrática) para diferenciarse de sus nuevos socios, saldrá de esta derrota cultural que los aleja de las mayorías.
Ni aún con el triunfo del “en contra” podrán salir del atolladero construido en los últimos cuatro años. Los chilenos sabrán juzgar las contradicciones vitales de un sector que después de una larga vuelta arriba a su punto de partida, no como drama, sino al borde de la comedia.
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
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