Columna de Gabriel Cestau: De dioses y pensiones



Al cavilar sobre la reforma de pensiones, me es imposible separar la imagen del dios Atlas de la figura del chileno que hoy tiene un trabajo formal. Tal como en la antigua mitología griega Atlas sostenía el cielo, las personas que han ahorrado para su jubilación por más de un cuarto de siglo sostienen la mayor parte de su pensión, con un impresionante 70% autofinanciado. Y si fijamos nuestra mirada en los que han ahorrado más de 35 años, logran financiar el 83% de su pensión. Sin embargo, con la reforma actualmente propuesta, a nuestros trabajadores formales se les cargará más la mano, ya que con sus músculos adicionales (el 6% extra) tendrán que cargar también con los cielos (las pensiones) de sus mayores, sin nadie ayudándolos a ellos.

Este es uno de los dramas mitológicos del debate actual de pensiones. Y la situación es más compleja si cambiamos a Atlas por una diosa femenina, ya que, en efecto, las mujeres deben sostener cielos del mismo tamaño de los hombres con mucho menos músculos (lo que sería la famosa densidad de cotización, o la relación de meses efectivamente cotizados durante la vida laboral). Esto porque las cifras muestran que las mujeres que trabajan hoy en Chile tienen una densidad del 49% frente al 58% de los hombres.

Al ver esta disparidad, sorprende que haya tan pocos esfuerzos para abordar los desafíos de género del mercado laboral que repercuten en las pensiones. Iniciativas como la sala cuna universal, bandas horarias para la entrada y salida laboral de padres y cuidadores o días adicionales de vacaciones compensados con horas extraordinarias, deberían analizarse en serio. Si lográramos igualar la musculatura de los dioses griegos del ejemplo, podríamos ver un aumento de casi el 20% en la pensión de las mujeres, aún de aquellas que ya tienen 45 años y que solo están a 15 años de jubilarse. Un cambio que, sin duda, generaría el beneplácito de Temis, la diosa griega de la justicia.

Y a este drama griego se suma otro, porque en lo que va de 2024 hemos visto una baja en el número de cotizantes activos (hombres y mujeres), que acumula 13 meses de retrocesos, un presagio ominoso para el futuro de la seguridad social. En otras palabras, hay cada vez menos Atlas para sostener el mundo y, de avanzar en cambios al sistema de pensiones que reinstauren el reparto desde la fuerza de trabajo hacia los pasivos, los infortunados Atlas tendrán que cargar con más, más y más peso.

Si en muchos países la tasa de formalidad laboral supera el 90%, es decir, casi todos son Atlas que sostienen sus propios cielos, ¿por qué nosotros no tenemos las políticas públicas que favorezcan la musculatura de nuestros dioses? Buenas ideas hay muchas, como flexibilizar las cotizaciones para que no deban ser ingresadas en una lógica mensual, sino anual, o facilitar un monotributo donde se paguen las obligaciones tributarias y previsionales al mismo tiempo. Implorémosle a Atenea que nos dé sabiduría para que estas urgencias sean incorporadas en la agenda pública, porque entre las reformas actuales, no descubro de dónde sacaremos nuevos Atlas.

Por Gabriel Cestau, director ejecutivo Observatorio Perspectivas

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