Columna de Gonzalo Cordero: Con los ojos y oídos de Sabina



El fanático es incapaz de ver la realidad, por eso tampoco suele apreciar el talento más allá de la adscripción política, religiosa o incluso la identidad étnica. Mi adolescencia está marcada por la música de Silvio Rodríguez, aprendí a valorarlo en una casa que para mí fue un segundo hogar, con prescindencia de las ideas que allí se respiraban. Una lección que después me permitió tener amigos entrañables con visiones contrapuestas o apreciar por igual una novela de Celine o un cuento de Cortázar.

El fanático, en cambio, se pierde de la mayoría de las cosas buenas y bellas, se desconecta de la realidad y suele terminar amargado, porque la regla general es la diversidad y porque el que no es capaz de buscar sus errores es también incapaz de corregirlos y de asumir con humildad que la falibilidad es inherente a nuestra naturaleza. El dogmatismo es una forma de sometimiento, una de las peores maneras de perder la libertad.

La reacción de nuestro gobierno frente a la defección de un grupo de deportistas cubanos que participaron en los Juegos Panamericanos me ha hecho reflexionar sobre todo esto. Esos deportistas eludieron la férrea custodia a la que son sometidos, escaparon del “paraíso” comunista, dejaron familias, amigos, su cultura, en busca de una sola cosa: libertad. Es que en su país no se puede vivir en libertad, no se puede aspirar a tener algo tan básico como un proyecto de vida y esforzarse por conseguirlo, no se puede acceder a las distintas visiones del mundo, a las distintas formas de arte, ni menos se puede aspirar a un progreso económico que está vedado por el pantano de la pobreza en el que los entierra el socialismo.

Todo esto es tan obvio, que el régimen tiene que someter a las personas a un sistema opresivo, cuasi carcelario, y aquellos que viajan fuera para representar a su país en competencias internacionales son sometidos a un control policial, del que tienen que huir como verdaderos prófugos. Algunos prefieren arriesgarse, abandonarlo todo sin llevarse nada, para buscar lo que allí no existe: la oportunidad de vivir como un ser humano digno, es decir libre.

Pero la izquierda latinoamericana no puede verlo, está ciega a la realidad, por eso el Presidente Boric no le plantea al Presidente Biden cómo colaborar para recuperar la libertad de los cubanos, sino su preocupación por el embargo; por eso la ministra Tohá intenta justificar lo injustificable y dice que los deportistas tal vez están haciendo turismo.

Cómo no recordar las palabras de Joaquín Sabina: “el fracaso de la izquierda ha sido feroz, la deriva de la izquierda latinoamericana me rompe el corazón, justamente por haber sido tan de izquierda. Ahora ya no lo soy tanto, porque tengo ojos y oídos y cabeza para ver lo que está pasando y es muy triste lo que está pasando”.

Si nuestras autoridades tuvieran ojos y oídos en mentes libres, como Sabina, sabrían que no es turismo, sabrían que el problema de Cuba no es el embargo y que, efectivamente, es muy triste lo que está pasando.

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