Columna de Gonzalo Cordero: La tregua

FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO


Interrumpir una lucha es positivo, nadie en su sano juicio puede querer que se prolongue un conflicto y si hay una tregua es posible que llegue la paz. Por eso, cuando el Presidente Boric planteó una suerte de cese de hostilidades para enfrentar en conjunto el problema acuciante de la delincuencia hubo una reacción muy positiva. La metáfora no fue la más adecuada, porque la política no es una guerra -caro le ha costado a su antecesor usar la misma expresión también en sentido figurado-, pero la situación es demasiado grave para quedarnos pegados en tecnicismos lingüísticos.

Sin embargo, para que la tregua termine bien se requiere un cambio de actitud y constituir un verdadero e integral cambio de disposición, para que del conflicto se pase a la cooperación, porque en caso contrario puede configurar un simple artificio táctico para tomar ventaja o para pasar un momento de debilidad. Hasta ahora, la verdad, no es claro en qué situación nos encontramos, porque aceptada la invitación al diálogo el gobierno presenta un proyecto de reglas de uso de la fuerza en el que la oposición no tuvo opción de dar su opinión y que más bien parece surgido de la experiencia de enfrentar a los carabineros en la calle y no la propia de víctimas que han requerido protección policial para neutralizar la amenaza de los delincuentes.

En materia de la conmemoración de los cincuenta años tampoco se percibe ánimo de tregua, no se ha sabido que se haya invitado a la oposición a convenir una manera común de recordar un periodo de la historia donde nadie tiene las manos libres para lanzar la primera piedra. Por el contrario, todo augura una mirada parcial y sesgada, con una historia que se cuenta a contar del 11 de septiembre al amanecer, como si ese momento hubiera sido una suerte de big bang en que nuestra democracia saltó por los aires y en que, como en las películas taquilleras de Hollywood, hay buenos muy buenos y malos muy malos. No hay que ser muy astuto para saber quién es quien en este relato.

Más de alguien dirá que lo importante es que, en el camino, se avanza en materia de seguridad y la izquierda retrocede en posiciones muy importantes que permitirán enfrentar mejor a la delincuencia. Es verdad que la izquierda extrema, esa del perro “matapacos”, hoy retrocede, pero permítanme al menos la duda metódica para cuestionar si lo hace por la tregua o por una realidad política avasalladora que nadie podría intentar resistir.

No hay que confundirse, sería valiosa y deseable una nueva actitud, tener un gobierno que comprende que sus sueños revolucionarios eran solo eso, delirios adolescentes que al país le han costado demasiado caros. Volver a tener una política institucional, dentro de las reglas, amistad cívica, formas, consensos. En pocas palabras, reconocer y no denostar los treinta años. Sería para celebrarlo.

Pero esta tregua, a ratos, se parece más a esa vieja rutina de la pelea de los payasos, en que uno dice: “delincuencia, pare la pelea. Cincuenta años, siga la pelea”.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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