Los exjinetes del Apocalipsis
Hace algunos años cité en una columna el histórico artículo “The Long Boom, a History of the Future”, de Peter Schwartz y Peter Leyden, para poner una nota de esperanza respecto a un posible renacer de Chile, unos nuevos 30 años de prosperidad. El artículo en cuestión, publicado en 1997 en la revista Wired y que se transformó en ícono de los tecno-optimistas, daba las razones de por qué, después de décadas de pesimismo, el futuro debía ser mejor.
De fines de los 90 a 2020, el mundo estaba en condiciones de experimentar un gran ciclo de expansión: crecimiento sostenido, más prosperidad y soluciones tecnológicas a grandes problemas, impulsado por la globalización y una nueva ola de innovaciones. Fueron alucinantemente certeros. Se dio todo a la pata, excepto por el crecimiento propiamente tal, que Schwartz y Leyden pronosticaron en 6% a nivel global y que terminó siendo cerca de la mitad.
Pues bien, quizá en Chile estamos, esta vez sí, ad portas de un Long Boom. Nuevamente hay razones para estar optimistas. Y esta vez quizás con más fuerza.
El 27 de octubre Iván Weissman publicó en El Mostrador la columna “La transferencia silenciosa”, que delinea la posibilidad de que se produzca ese momento dorado, que va más allá de lo que pase con el ciclo político y sus vaivenes de cuatro años. Refraseando esas mismas ideas, es posible que los dos motores principales que impulsaron, la mayor parte de las veces en forma alternada, a la economía chilena en el periodo 1985-2013, puedan volver a prenderse. Esta vez en simultáneo y por un periodo prolongado: una explosión de ahorro interno y una subida de valor de nuestros commodities, en particular del cobre.
Y es verdad, las condiciones están dadas. El boom de ahorro viene determinado, en primer lugar, por el aumento de las cotizaciones en las AFP, que, gracias a la reforma previsional, pasarán progresivamente del 10% al 14,5%, (+45%).
La disponibilidad de ahorro interno para financiar empresas y proyectos fue el factor que determinó la unicidad del sistema chileno a partir de los 80. Ningún país de Latinoamérica contó con ese stock de ahorro de largo plazo, lo que permitió invertir en carreteras, empresas, créditos, edificios, malls y autos, además de carteras de acciones y bonos de todo el mundo. En algún momento llegó a ser casi un 80% del PIB. Con esta nueva inyección, más la cicatrización del daño causado por los retiros, debería superar esa cifra.
El segundo motor, mucho más conocido, el cobre, ya alcanza niveles históricos. Mientras la oferta crecerá lentamente, la demanda lo hará con furia. La IA, que está invirtiendo trillones en data centers, devora cobre, al igual que la electromovilidad, que se aplicará a todo tipo de transporte y carga. Citi y Bank of America anunciaron hace pocos meses que podría llegar hasta un peak de US$ 6,8 la libra.
De esta forma, se delinean las fundaciones de lo que podría ser un inmejorable ciclo de 20 o más años de prosperidad para Chile.
La ironía del caso es que los factores que determinan nuestro futuro esplendor eran, hasta hace poco, mirados como la fuente del problema. Las AFP eran la encarnación misma del mal. “Sólo sirven para financiar a los empresarios” rezaba lo que sería el primer hilito de una madeja absurda y plagada de mentiras, sobre las cuales se edificó la idea de que las AFP eran como un Robin Hood, pero al revés: robaban a los pobres para pasarle plata a los ricos.
Los retiros buscaban herirlas de muerte. Pero en una impensable jugada del destino, terminaron consolidándolas. De “No + AFP” pasamos a “Con mi Plata No”, para terminar en “Más AFP”, que fue, en la práctica, lo que ocurrió con la reforma previsional.
Por otro lado, los sentimientos respecto a la minería para un sector de nuestra intelectualidad, que elaboré en mi columna de hace un par de meses, podrían resumirse en que Chile era una economía extractivista, basada en una actividad antigua y dañina para el medioambiente. Algo digno de superar y dejar atrás, pasando a una “nueva fase de desarrollo” con las baterías de litio como objetivo y estandarte.
Pues, I got news baby. Los jinetes en realidad no anunciaban el apocalipsis, sino el futuro y la prosperidad. Siempre fueron los causantes de nuestros avances, por más que intentaran, despiadadamente, transformarlos en villanos. Ahora está todo muy claro y han caído las máscaras. Quienes nos llevaron cerca del Apocalipsis fueron sus enemigos. Hoy han quedado al descubierto. Obviamente, necesitamos que la política y la hojarasca dejen de meter la cola.Hay países ricos en recursos naturales, como Venezuela y Bolivia, que viven como pobres por culpa de la política. Eso hay que evitarlo para que los jinetes nos impulsen. Porque están de vuelta. Y han llegado juntos. Basta dejarlos galopar para que nos lleven, a paso firme, hacia nuestro nuevo Long Boom.
Gonzalo Restini, emprendedor y panelista de Información Privilegiada de Radio Duna.
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