Columna de Hugo Herrera: ¿Cómo salir de la crisis del Bicentenario?



La crisis en la que estamos comenzó en 2011 o incluso antes. El estallido de 2019 corroboró lo que ya constaba: pérdida de legitimidad continua de las instituciones. Cualquier camino de salida a la crisis exige saber de ella.

Un primer rasgo relevante es su forma. No hay dos bandos articulados de las bases a las cúpulas y enfrentados horizontalmente entre sí. Las crisis horizontales tienden a ser trágicas, pero de solución más rápida: basta que un bando se imponga. Nuestra crisis, en cambio, es vertical: la base, la situación popular concreta se distancia de las instituciones, élites y discursos. Siempre esos polos están en tensión, pero ahora la tensión ha aumentado.

Un segundo rasgo es ideológico. Derecha e izquierda están atadas a pensamientos abstractos en grado tal que dificultan su operación constructiva. El economicismo de la derecha paralizó al Presidente Piñera. Tuvo que venir el Congreso a reemplazarlo, con el acuerdo de noviembre. El moralismo de la izquierda académico-frenteamplista, según el cual el mercado es “mundo de Caín” y la política consiste en alterar las consciencias de los individuos para volverlos generosos (y realizar los excelsos “estándares” de Jackson), llevó, de su lado, al fracaso a la Convención.

Tercer rasgo, el telúrico. Élites y pueblo están espacialmente alienados. Las élites (de derecha e izquierda) se encierran en barrios segregados, asépticos. El pueblo, o se halla hacinado y desplazado en una capital contaminada, ruidosa, sin espacio y naturalidad suficiente; o abandonado en provincias cultural, social y económicamente preteridas (este rasgo se intensifica porque la alienación espacial de élites y pueblo les impide percatarse del problema).

Cuarto rasgo, que se sigue de los anteriores: la crisis es larga. Llevamos casi doce años, si fijamos el comienzo en 2011. Pasa que no es llegar y decir: ahora tendremos élites integradas al pueblo y de ideología realista. Más aún, la política es también arte. De las grandes crisis se sale usualmente gracias a políticos de capacidades intelectuales e imaginativas vigorosas.

El análisis de los rasgos de la crisis permite obtener orientaciones. No hay que apresurarse ni perder la paciencia. Debe apuntarse, más que a derrotar a un adversario o enemigo, a restablecer el vínculo de instituciones, élites y discursos con la situación popular concreta. Es menester resolver la cuestión espacial o telúrica, para que élites y pueblo se hallen integrados al paisaje e integrados entre ellos: cerca de manera cotidiana. Se requiere, en la derecha y la izquierda, crítica y renovación ideológica, capaces de dejar atrás las formas más toscas del economicismo y el moralismo, y producir pensamientos de talante más concreto. Sobre estas orientaciones debe operar todavía el genio o el arte político. Si ellas, empero, no se cumplen, no cabe esperar salida a la crisis.

Por Hugo Herrera, profesor Facultad de Derecho UDP

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