Columna de Hugo Herrera: Un nuevo estadio de la guerra

REUTERS/Yves Herman


El actual conflicto entre el Estado de Israel y el brazo armado de Hamas importa un nuevo estadio en la historia de la guerra. Al Reino Unido le corresponde la inauguración de los campos de concentración modernos. Encerró a las familias de los indomables Boer. Con la II Guerra Mundial el asunto alcanzó otra escala en intensidad y extensión. El dispositivo es terrible en la medida en que convierte a los encerrados en una especie de material, de objeto disponible para los más penosos padecimientos y abusos. Civiles inocentes son apartados del exterior y sometidos a un régimen en el que quedan expuestos como nudo cuerpo, sin cobijo, bajo un aparato de poder.

Hasta ahora, sin embargo, los campos de concentración eran establecimientos circunscritos, que se instalaban en un lugar hacia el cual los prisioneros eran conducidos, extrayéndoselos de otra parte. Lo terrible tenía, en cierto sentido, carácter imposible: era como un no-lugar allí donde el daño se ejecutaba.

Gaza marca un nuevo estadio. Ahora se define como campo de concentración, sujeto a los rigores de los guardias y sus armas, un territorio entero donde vive ya población civil inocente. Los controladores no se toman las molestias de buscar y acarrear a los que han de ser concentrados, para ponerlos al margen del resto. En cambio, se va con los límites infranqueables –muros, zanjas y controles– al lugar donde habita una nación, para, luego de instalados, atacar con toda la fuerza cuanto se encuentre en el interior. Es como un campo de concentración a la puerta.

La figura tiene antecedentes en la Antigüedad. El encierro y estrangulamiento de Alesia por Julio César mediante un muro exterior (que luego tuvo que complementar con otro muro para protegerse de su propio exterior). Con todo el despliegue que el caso significa, César no contaba, empero, con armas modernas, de tal suerte que podía extender su método sólo respecto de localidades muy acotadas.

En cambio, Gaza muestra que la tarea de constituir un campo masivo de encierro puede hacerse a una escala mucho mayor. Es viable encerrar millones de personas en decenas de kilómetros. Una vez logrado el asunto, cabe pensar todavía en el encierro de decenas de millones de personas en cientos de kilómetros.

La condición de la operación es privar a una nación de su carácter estatal. Así se le impide tener un ejército y formar fronteras y frentes de batalla. También se le impide tener responsables de los actos de los grupos armados. Se sabe que, cuando no hay ejército regular, las naciones sin Estado acuden a guerrilleros, partisanos y terroristas.

Sólo la existencia de un Estado palestino efectivamente existente, es decir, con un ejército regular que cuide a su nación y sus fronteras, podrá superarse la sangría en Medio Oriente. En lo que no habrá vuelta atrás, es en el paso dado en materia de campos de concentración.

Por Hugo Herrera, profesor titular Facultad de Derecho UDP

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