Columna de Jaime Mañalich: Lágrimas necesarias

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La noche del 12 al 13 de octubre de 2010 quedará escrita en la historia. Durante 25 horas, la mina San José de Atacama fue devolviendo a la vida a todos los 33 mineros que habían quedado enterrados a 700 metros de profundidad y por 70 días, en una epopeya que fue seguida en directo a través de la TV por 1.500 millones de personas. Y fueron horas de alegría en el planeta. Estando allí, la pregunta era: ¿cuál es el motivo de esta felicidad, pasajera, pero que alcanza todos los seres humanos? Si hay guerra, hambre, pobreza, ¿por qué esta verdadera resurrección de 32 chilenos y un boliviano fue capaz de generar estas banderas, estas canciones, estas lágrimas, este momento tan raro en la historia? La respuesta parece residir en esa parte de la naturaleza del espíritu que lleva a alegrarse por el otro, y que nos hace humanos: la empatía.

Hace pocos días, se informó que la encuesta Casen muestra una reducción de la pobreza de 10,7% a 6,5% entre 2020 y 2022. Independiente del valor predictivo de esta tendencia, distorsionada por la histórica entrega de recursos para enfrentar la pandemia, el dato es impresionante y, de nuevo, fuente de alegría. Cohabitar con 923 mil hogares que siguen en la pobreza multidimensional se ha hecho inadmisible, y esta tendencia produce una certeza: todo avance contra la pobreza es un asunto de todos. Y el camino es gastar bien, crecer y recaudar más. Todo ello está cuesta arriba en este 2023.

Analizando el informe Casen, los factores que inciden en la pobreza son educación, salud, trabajo y seguridad social, y vivienda, cada una con 25% de ponderación en el instrumento Encuesta. Sin embargo, en la realidad, cada factor tiene una contribución diferente, desde trabajo, vivienda, educación a salud en orden decreciente. Salud, medida como malnutrición en menores de 6 años (obesidad y sobrepeso más desnutrición), adscripción formal a un sistema de salud, y ausencia de atención solicitada durante los últimos tres meses (lista de espera), contribuye en 12,3% al indicador de pobreza. Se compara con la importancia relativa de 32% por cesantía, ausencia de pensión, o laguna de cotizaciones.

La importancia de contar con indicadores objetivos en el tiempo no puede ser subvalorada, porque diseñan un mapa de ruta y permiten enfatizar aquellos factores que deben ser abordados con mayor celeridad. Según la Casen, un pacto social que permita enfrentar la creciente crisis de educación, las listas de espera, el gasto de bolsillo en medicamentos, pensiones dignas, y viviendas que garanticen habitabilidad, es la primera prioridad. Si no lo logramos, la próxima Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional nos quitará la fugaz alegría reciente. Alegría que es legítima, porque en realidad, sí somos “guardián de mi hermano”, a diferencia de lo que contestó Caín. Si no hay caridad, de nada sirve. Está en nuestra naturaleza.

Por Jaime Mañalich, médico