Columna de Jorge Fantuzzi: ¿Cómo seguir?

Preparativos para la ceremonia de clausura de la Convención Constitucional en el salón de honor de la sede del Congreso Nacional en Santiago.
Preparativos para la ceremonia de clausura de la Convención Constitucional en el salón de honor de la sede del Congreso Nacional en Santiago. Foto: Diego Martin / Agencia uno.


Por Jorge Fantuzzi, economista.

Gane el Apruebo o el Rechazo, la única consecuencia insoslayable es que seguiremos en un proceso constitucional. Si gana el Apruebo, tendremos que modificar la Constitución que comenzaría a regir simplemente porque es impracticable y porque hay un inmenso consenso (al menos en las fuerzas democráticas) en que muchas de sus disposiciones son malas para el país. Por su parte, si gana el Rechazo, no hay forma que los ciudadanos (y el Gobierno) se contenten con quedar con la Constitución actual y tendremos que embarcarnos en un nuevo camino para redactar un nuevo borrador.

Si ocurre lo anterior, es fundamental que el mecanismo sea mejor que el vigente. Una opción muy posible es que se decida democráticamente en un plebiscito o en la “cocina” política que la Constitución la redacte una nueva Convención. Entonces, es clave tener mejores reglas que no nos hagan repetir el fracaso democrático de la actual. Es fundamental considerar que el mal desempeño de los convencionales no fue azaroso, fue el resultado de las reglas dispuestas para su elección y el diseño del funcionamiento de la Convención.

Una primera medida que humildemente propongo es que la nueva Convención tenga un diseño que imite al Senado, no a la Cámara de Diputados. Es decir, que el número de convencionales y los territorios que representen sea el del actual Senado. La consecuencia lógica de lo anterior no es sólo que habrá menos constitucionales para debatir (lo que reduce costos financieros y costos de transacción para llegar a acuerdos), además muy probablemente serán personas de mayor trayectoria y transversalidad que la Convención que recién terminó su labor. Al representar territorios más extensos, no le alcanzarán los votos a cualquier persona abogando por una única causa muy específica. Tendrán que ser personas que puedan motivar a muchas personas a votar por ellos, evitando así campañas extremistas o de nichos electorales.

Una segunda recomendación sería eliminar la participación de listas de independientes. Los partidos políticos son fundamentales en cualquier democracia y también en el proceso de elegir las reglas del juego democrático que ocurre en la Constitución. La regla de independientes permitió que constitucionales sin ningún tipo de disciplina partidaria redactaran el borrador que se nos propone.

También sería óptimo -aunque imagino, imposible- eliminar los escaños reservados para pueblos originarios. Si no es posible, por lo menos hacer que su relevancia sea un poco más proporcional al padrón que votó por ellos. Al tener tanta representación, simplemente se transformaron en una bisagra para dar poder ilimitado a un grupo que con ellos alcanzaba los 2/3 a cambio de la redacción de una Constitución completamente “indigenista”.

Un último detalle que puede ser relevante es el reglamento con que opere la nueva Convención. La Constitución que ya terminó su trabajo estuvo mucho tiempo debatiendo sobre el reglamento con el que deberían funcionar sobre la base de nada, porque no había reglamento operando cuando comenzaron su trabajo. Mi sugerencia es que si hay nueva Convención, ésta comience su trabajo con el reglamento del Congreso, que tiene años de vigencia y de prueba. Sobre la base de este reglamento la nueva Convención puede modificar lo que mejor le parezca (incluso cambiarlo completamente). Esto permitiría ahorrar tiempo y especialmente desgaste en el debate.

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