Columna de Luis Larraín: La trampa perpetua



Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

El 4 de septiembre tenemos que votar si aprobamos o rechazamos el proyecto de Constitución de la Convención. Chile sería un país formado por al menos 12 naciones; habría autonomías territoriales indígenas; se elimina el Senado; el Poder Judicial se reemplaza por sistemas de justicia distintos para diferentes chilenos; la educación pública tendría financiamiento basal asegurado y la educación privada no tendría garantizada una subvención fiscal; la propiedad privada, y por lo tanto la inversión, se debilita con la norma de expropiación; el aborto no tendría restricciones de tiempo ni objeción de conciencia, Carabineros dejaría de ser una policía con disciplina militar. Un país completamente distinto a la tradición de Chile.

A uno puede gustarle más o menos el país imaginado por los convencionales, pero sería gravísimo que la Constitución y las leyes fueran inmutables y los chilenos no pudieran cambiarlas. Y eso es lo que pretende el proyecto que votaremos el 4 de septiembre. Las elecciones de convencionales cambiaron inadvertidamente las reglas del juego electorales en nuestro país, distorsionando las preferencias de la mayoría. Al reservarse 17 escaños para pueblos originarios se introdujo una brutal desigualdad en el voto. Así, en el distrito de Maipú se requerían cerca de 65.000 votos para elegir a un convencional, en cambio solo bastaron 55 votos para elegir a un convencional Yagán, o 900 votos para elegir a uno del pueblo Chango. Los escaños reservados no eran parte del acuerdo del 15 de noviembre, ni tampoco están en la ley que reguló el plebiscito de entrada, por lo que los chilenos nunca los aprobamos; de hecho, esto ha sido impugnado en los tribunales.

Y ahora la Convención aprobó repetir este sistema para todas las elecciones que se realicen en el futuro en la Cámara de Diputados, de modo que el proyecto de Constitución incluye los 17 escaños reservados y un posible decimoctavo para los afrodescendientes, si así los aprobara una ley, y un distrito de chilenos en el extranjero que elegiría tres diputados, con lo que se llegaría a 176 miembros. Si gana el Apruebo, la distorsión se perpetuaría. Estimaciones de Libertad y Desarrollo sobre la base de la votación de convencionales y parlamentarias de 2021, para el escenario de la elección de diputados del año 2026, indican que el Frente Amplio obtendría 9 escaños de pueblos originarios y 2 de chilenos en el exterior, y el Partido Comunista 9 escaños de pueblos originarios. La centroizquierda no obtendría ninguno y la derecha solo un voto en el exterior.

O sea, la trampa se perpetuaría y en las próximas elecciones la derecha perdería 5 puntos porcentuales de representación, la centro izquierda perdería tres y el PC y Frente Amplio ganarían 8. Todo, con los mismos votos por coalición de la elección de 2021. La democracia corre peligro con la trampa perpetua ideada por Atria.

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