Columna de Marcelo Contreras: Nevermind: a quién le importa

Nevermind de Nirvana representa el punto final del rock como expresión dominante de la cultura popular. Todo lo que vino después fue ceder terreno como una playa carcomida de arena por la marea, la fuerza imparable de la música urbana desde entonces hasta hoy, concentrada en el individuo antes que la asociación de personalidades.



UNO. Partamos por el final, el legado. ¿Qué queda de Nirvana a 30 años de Nevermind? ¿Podemos rastrear su influencia en la música juvenil de hoy? Por ninguna parte. Cero. Nada. Lo representativo de aquel álbum en el remate del siglo -extraordinaria síntesis de violencia y dulzura, caos y remanso en estribillos inolvidables-, no tiene eco en el actual momento musical donde a) el formato banda prácticamente no existe en favor de los solistas b) las guitarras desaparecieron c) el pop invita a la cópula antes que la angustia. El espíritu de Nirvana se reduce a una polera vistiendo un maniquí en una vidriera, tal como Kourtney Kardashian luce en público el logo de Cannibal Corpse.

DOS. Nirvana persiste en los recuerdos de una generación con la suerte cósmica de experimentar el último gran álbum del rock, una obra definitoria de la época. Suficientes señales de cambio asomaban desde el rock dictado por EE.UU. con Faith No More, NIN, Ministry, Living Colour, Primus y Jane’s Addiction sacando a patadas al metal escarmenado, como un viejo borracho indeseable. Pero ninguna de esas bandas buscaba la síntesis con la obsesión de Kurt Cobain. Nirvana era 100% concentración. No había deseos por demostrar técnica ni alardes. Dave Grohl prometía, pero su florecimiento llegó años después. Si The Beatles encarnaba el alfa de la era moderna del rock, con mandamientos tallados en piedra para elaborar éxitos, Kurt Cobain cogió las mismas instrucciones en la gestación de Nevermind, el omega de un periodo dorado donde la música consumida por los adolescentes provenía de pandillas armadas de guitarras y amplificadores.

Nevermind representa el punto final del rock como expresión dominante de la cultura popular. Todo lo que vino después fue ceder terreno como una playa carcomida de arena por la marea, la fuerza imparable de la música urbana desde entonces hasta hoy, concentrada en el individuo antes que la asociación de personalidades.

TRES. A pesar de la agresividad latente, Nevermind resulta melancólico, inspirado en un amor marchito. Algunos de sus mejores títulos aluden a Tobi Vail, la novia que rompió con Cobain cuando el álbum estaba en proceso. Lounge act, Drain you y Smell like teen spirit contienen alusiones a la mujer que hasta la aparición de Courtney Love, era la pasión del cantante y guitarrista.

CUATRO. Nevermind incluye también la tragedia, en el ansía desesperada por las luces y la fama. Nadie deseaba tanto como Kurt Cobain convertirse en estrella, al punto de incomodar a sus compañeros con su fijación por los rockstars. Cuando tuvo oportunidad de conocer a Black Francis, líder de sus amados Pixies, enmudeció y huyó. Acumuló un epistolario descomunal de cartas no enviadas a artistas que idolatraba, como un niño embelesado ante la presencia de un súper héroe. Atento al manual del rockstar, mantenía una relación de amor/odio con la prensa y los sellos. Declaraba pública aversión a las discográficas corporativas, mientras se dejaba querer por ofertas jugosas que le liberaran de Sub Pop. La honestidad de su arte convivía con sus contradicciones, tal como le había ocurrido a John Lennon declarando la paz en público y ejerciendo la violencia doméstica en privado.

Kurt Cobain deseaba la atención de un niño traumado por el despecho de sus padres y criado por los abuelos, como cantaba a gritos en Sliver, un single autobiográfico previo a Nevermind. Cuando tuvo al mundo pendiente de cada movimiento, resultó insoportable. El alivio llegó con un gatillo.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.