Columna de Patricio Hales: El anticomunismo



El anticomunismo existe. Lo sufrí cuando fui comunista desde fines de los 60 a 1990. Por eso, aunque viajé a Salzburgo interesado en Mozart, me palpitaba el ansia de visitar el criminal Campo de Concentración de Mauthausen. Allí, a 1 hora y media de los conciertos, los nazis eliminaban a los comunistas por sus ideas y confinaban como “Grado III” a los “enemigos políticos incorregibles del Reich”. Yo quería comprender, en Austria, algo de esos procedimientos políticos que en Chile persiguieron a tantas personas con las que milité más de veinte años, en el PC, luchando juntos contra la dictadura soñando terminar la pobreza. Aunque estoy lejos del PC, quería ir a Mauthausen porque, he mantenido mi repudio al anticomunismo. La dictadura chilena creó un servicio de inteligencia dedicado a exterminar a la izquierda; un almirante nos calificó de humanoides facilitando el maltrato. Es que el anticomunismo es una doctrina que practica la idea de la cancelación en grupo, la negación de otros. Paradojalmente los Partidos Comunistas al llegar al poder se han guiado por el mismo principio de negar la otredad, persiguiendo cruelmente a sus adversarios.

Los seres humanos privados de identidad personal, son marcados como rebaño punible. La clasificación de “humanoide” en Chile y la de “gusano” en Cuba incitaron lo peor. Esta despersonalización del adversario aún infecta nuestra democracia: “upeliento, amarillo, facho, balmacedista, comunista, carrerino, beato, momio”. Clavando personas en el insectario se les quita su calidad de tal. “Considerar que cada miembro de un grupo está dotado de las mismas características, nos ahorra las penurias de tratar con ellos como individuos”, dice Pedro Barría citando a G. W. Allport.

Es que mientras la filosofía se ha estrujado el cerebro para encontrar el sentido del ser, el sapiens ha inventado mitos y teorías en nombre de las cuales, no solo comunistas sino muchos “otros”, desde siempre, fueron exterminados, en galeras, minas de sal, guerras tribales y coloniales, cámaras de gases, esclavitud, masacres. Así como anticomunistas y comunistas se intercambiaron como perseguidos o perseguidores, hoy mismo , muchos que fueron víctimas de horrores, se comportan como crueles victimarios asesinando miles de seres humanos.

El anticomunismo, que ha sido una de esas promociones de la persecución, no quiere diálogo ni debate, promueve la anulación y siembra camino al odio. Pero el PC de Chile no tiene derecho a intentar anular a sus críticos políticos e ideológicos acusándolos de anticomunismo porque se le cuestiona sus políticas o el desempeño de sus ministros o funcionarios gobernando nuestro país. No hay autoridad democrática libre de opinión. Y menos aún erguirse en víctimas cuando deben ser sometidas, al igual que todos, al escrutinio público electoral o a la ley y la justicia, acusados por posibles delitos. Inventarse persecuciones es la cancelación invertida y es una falta de respeto a las verdaderas víctimas del anticomunismo. Es la acomodaticia fórmula de los partidos comunistas para eliminar a sus críticos en los países socialistas, desde el fusilamiento al “enemigo de la revolución” o la ley del hielo con que en Cuba aún se aísla a los disidentes. Ningún partido debe estar eximido de la libre crítica pues eso solo pasa en las dictaduras de derechas e izquierdas.

Esta vieja historia de invocar el anticomunismo ya la practicábamos los que militábamos en el PC. Cuando el debate nos arrinconaba, por la falta de libertad en Cuba, la ausencia de elecciones libres en la URSS, el muro de Berlín y las violaciones de DDHH en el socialismo, acusábamos a nuestros adversarios haciéndolos cargar el estigma del totalitarismo criminal que inspira al anticomunismo. Con habilidad oratoria aplastábamos a nuestro contradictor, pues acusarlo de anticomunista en los 70 era arrojarle un detente religioso, casi mágico, que lo bañaba de suciedad criminal, ante la asamblea, en un foro universitario o en la prensa.

Hoy es peor aún en nuestro Chile post dictadura en que, la acusación de anticomunista, evoca la persecución, la Dina, la CNI y al pinochetismo exterminador, porque la sociedad chilena mantiene la memoria de lo que fue esa forma cruel de hacer política . Este recurso de blindaje comunista se aprovecha de la memoria que merecen las verdaderas víctimas que sufrieron en dictadura; es maniqueo y cruelmente injurioso. Algo de eso vivimos a fines de los 80 quienes en Chile al interior del PC, rechazamos la vía armada, promovimos la renovación y nos sumamos al plebiscito que ayudó a conquistar la democracia que tenemos.

Mantener respeto a las víctimas del anticomunismo no debe enmudecer a quienes critican a los comunistas, su teoría, su historia y sus acciones presentes. El PC es parte de la democracia, participa de los cargos y tiene los mismos derechos y deberes que los demás. Con la misma fuerza que hay que repudiar el anticomunismo, el debate público no debe estar atemorizado por la tramposa amenaza de que todo crítico al PC sería un anticomunista.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.