Columna de Paula Walker: Antuco, Putre, muerte



Mayo. Una marcha de entrenamiento. Deben recorrer 24 km. a 1.500 metros de altura en las cercanías del volcán Antuco. Comenzaron a caminar a las 5 de la mañana. No conocían el lugar. Estaba oscuro. Hacía frío, 10 grados bajo cero. Comieron un pan y tomaron algo de café. No vestían la ropa adecuada para resistir el frío de la montaña. El clima empeoró y apareció el “viento blanco”. La temperatura bajó hasta 35 grados bajo cero. Cruzaron un canal. El agua les llegaba a las rodillas. La mayoría no conocía la nieve. Estaban al mando de capitanes, un comandante y eran “especialistas de montaña”, según el Ejército. El mayor Cereceda, principal responsable según lo determinó la justicia, esa mañana les advirtió: será una caminata dura. Ese día murieron congelados 44 soldados conscriptos y un suboficial. Corría el año 2005.

Abril 2024. Nos enteramos de otra marcha de entrenamiento dirigida por el Ejército de Chile, con resultado de una persona muerta y 44 heridos. Un entrenamiento de montaña en las cercanías de Putre. Participaron 245 jóvenes de la Brigada Motorizada Nº24 “Huamachuco” que en su mayoría aspiraban voluntariamente a ser militares. Dormían en carpas a 4 mil 200 metros de altura con temperaturas de menos 5 grados. Se empezaron a enfermar, avisaron, pero eran obligados a continuar con el entrenamiento. El 27 de abril marcharon desde las 5 de la mañana por 8 km. No usaron la ropa adecuada. Tenían frío, pero los superiores, según han declarado algunos participantes, les prohibieron usar ropa abrigada. Franco Vargas, de 18 años, murió. Hay 144 conscriptos que abandonaron el Ejército.

La Corte Suprema designó a una ministra en visita para investigar lo sucedido. Existen demasiadas contradicciones, versiones opuestas, derechamente mentiras. El Ejército dice que Franco llegó vivo al Cesfam, pero el director del centro médico lo desmiente y declara que llegó sin signos vitales. El Ejército sube fotografías y asegura que los conscriptos marcharon con bufandas, abrigos y gorros. Los mismos conscriptos desmienten esa información y dicen que no son ellos los que aparecen en las fotos distribuidas por la institución. Han denunciado que los tratos de los militares eran humillantes, que los insultaban, les decían “parecen niñitas, son lesbianos, débiles”. Denunciaron los conscriptos entrevistados que sus superiores consumieron vino en caja y cervezas. Que eran “viejos verdes” en sus conversaciones, mal educados. El daño reputacional para el Ejército es demoledor. Adicionalmente, han perdido la oportunidad de mejorar su institución con soldados jóvenes que promuevan la dignidad de las personas y no solo una disciplina irracional que termina cobrando vidas sin formar el tipo de soldados que requiere el país. También hay daño para las autoridades políticas que no han sido capaces de conducir esta crisis con la impronta del gobierno, demostrando humanidad, empatía e incluso compasión por las familias.

Todo lo resumen un joven muchacho que le dijo a un matinal: “yo quería ser militar, los admiraba, pero ya no”.

Por Paula Walker, profesora Magíster Políticas Públicas, U. de Chile

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