Opinión

Columna de Pierina Ferretti: Octubre suena a dignidad

Andres Perez

La conmemoración del tercer aniversario de la revuelta social ha dado lugar a una verdadera cruzada contra el llamado “octubrismo”, término jabonoso e impreciso, que es utilizado indistintamente como sinónimo de violencia, vandalismo, intransigencia y maximalismo, y como llave maestra para explicar tanto los desmanes producidos en las protestas como el rechazo a la propuesta constitucional elaborada por la Convención.

Aunque la muerte del octubrismo se ha decretado ya varias veces, sobre todo después de la derrota del Apruebo, esta semana, como si el aniversario de la revuelta pudiera resucitar al fantasma, sus enemigos volvieron a la carga en numerosas columnas y declaraciones. En el fondo, asistimos a una batalla por instalar el relato hegemónico sobre el ciclo político reciente y por desplegar una restauración conservadora que limite la apertura democrática y popular que, desde la revuelta hasta el triunfo del Rechazo, estaba adquiriendo el ciclo político chileno. Así, con la excusa de evitar el octubrismo, se ponen trabas al carácter democrático del futuro órgano constitucional, se intentan pasar por secretaría contenidos que debieran ser parte del debate constituyente o se amenaza con dificultar la tramitación de las reformas en el Congreso, acusando la persistencia de un espíritu octubrista -nuevamente de connotación negativa- en ciertos sectores del gobierno.

Este tercer aniversario de la revuelta ocurre, además, después del contundente triunfo del Rechazo, circunstancia que sirvió para acusar a la Convención y al propio texto de octubristas. Sin embargo, si por octubrismo se entiende radicalidad, es difícil calificar la propuesta de nueva Constitución en ese orden. Nuestra hipótesis es que si fue rechazada de manera tan contundente, y con enorme participación del campo popular en la elección, no fue ni por su radicalidad ni por las mentiras esparcidas por sectores del Rechazo (sin desconocer el daño a la democracia que esto último causó), sino más bien porque no logró conectarse con los anhelos y expectativas del pueblo que se levantó exigiendo respuestas a sus demandas, sobre todo materiales, y porque no logró una síntesis coherente entre distintas agendas y reivindicaciones. Y en esto, para no eludir el problema, las izquierdas debemos hacer una autocrítica profunda, dado nuestro protagonismo en el proceso.

El aniversario de la revuelta de octubre podría haber sido ocasión para balances y proyecciones sobre el Chile que queremos para los próximos treinta años, pero se nos fue buena parte de la semana en polémicas de corto alcance y con las negociaciones para dar continuidad al proceso constituyente estancadas. Mientras el campo político se enreda en sus peleas, la sociedad chilena sigue esperando respuestas. Las demandas que produjeron la revuelta y que explican su magnitud siguen sin solución. La situación social y económica es hoy más grave que hace tres años. Hay que tomar nota de ello, pues seguimos parados sobre una profunda crisis.

“Octubre suena a octubrismo”, dijo un diputado de derecha para justificar la dilación del acuerdo constitucional. Algo de miopía hay en su afirmación, porque si regresamos al corazón de octubre, a su espíritu más genuino y que hizo que una multitud de chilenos y chilenas salieran a las calles, sería más justo decir que octubre suena a dignidad y que, mientras no emprendamos un camino decidido para materializarla, octubre no habrá terminado. Esperemos que la política esté a la altura.

Por Pierina Ferretti, directora ejecutiva de Nodo XXI

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