Columna de Rodrigo Arellano: Cuenta pública, entre el arte de lo posible y lo imposible



En una semana, el Presidente Boric se dirigirá al país con su tercera cuenta pública. A diferencia de las anteriores, hay un ambiente diferente. Existe conciencia que oiremos la cuenta pública más importante de todo lo que será el mandato del actual Presidente. Esto se explica porque, en los gobiernos con periodos de duración de 4 años y con elección presidencial y parlamentaria simultánea, este discurso es el momento propicio para mostrar un real balance, pero también donde puede hacer propuestas para el tiempo de gobernabilidad que le queda. La cuenta pública estará a tan solo unos meses de la elección de su sucesor y en medio de las distintas campañas de quienes quieran mantener su cupo en el Congreso.

Como toda cuenta pública esta será evaluada desde dos perspectivas. La primera sobre los logros que haya podido cumplir de su programa de gobierno y la segunda sobre los anuncios que hará para llevar adelante los próximos meses. Desde el punto de vista de los avances de su programa de gobierno, todo indica que no será una cuenta pública sobre la cual haya mucho que celebrar. Para gran parte del gobierno será una cuenta más bien amarga. Las grandes promesas de campaña del Mandatario eran hacer un gobierno de transformaciones profundas y refundacionales en materias como el cambio constitucional, sistema previsional y tributario, y administración de salud, entre otras. A la fecha, hemos sido testigos del nulo o escaso avance en esas materias, y todo parece indicar que habrá poco que avanzar en los meses que restan. Sin mayoría en el Congreso, las posibilidades de estas grandes transformaciones se esfumaron la noche del 4 de septiembre del 2022, con la senda derrota del primer borrador constitucional.

Por lo anterior, tiene particular importancia la segunda perspectiva de la cuenta. Los anuncios que hará para los próximos meses. En especial, la dirección que estos tomarán. Aristóteles decía que la política “es el arte de lo posible”, por lo tanto, bajo esa mirada más allá de los afanes transformadores o lo que esté escrito en el programa de gobierno, el Presidente debiese buscar avances en aquellas materias que no solo sean prioridad para los chilenos, sino que sean factibles de avanzar y materializar. En otras palabras: “los posibles”. Esto pareciera ser bastante simple. Hoy los chilenos quieren más seguridad y tranquilidad, y tener una economía que genere empleos estables y mejor pagados.

Y parte importante del Congreso apoyaría lo que en esa línea fuera. Por eso sorprende, incluso a socios de su coalición -como a la presidenta del Partido Socialista-, el anuncio sobre la condonación del CAE. Un proyecto poco factible desde el punto de vista técnico, financiero y que no está en las prioridades ciudadanas. Es cierto que se encuentra en al programa con el que el Presidente llegó a gobernar, pero por razones políticas y económicas se transformó actualmente en un “imposible”. La única explicación para insistir en proyectos así es intentar recuperar un electorado que se ha ido decepcionado del lento avance de sus aspiraciones y apostar a transformar este tipo de discusión en herramientas para utilizar en campaña polarizando la discusión. En resumen, repetir la técnica de los retiros a los fondos de pensiones que tanto éxito electoral trajo a la actual coalición gobernante. De ser así, estaría volviendo a ser candidato y no Primer Mandatario.

El Presidente tiene una semana para decidir qué decir en la cuenta pública: ¿se hará cargo de la política como un arte de lo posible o uno de lo imposible?

Por Rodrigo Arellano, vicedecano Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo

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