Columna de Soledad Alvear: Momento constitucional, contra el reloj



Si la próxima propuesta de nueva Constitución es rechazada nuevamente, Chile se convertirá en el único país del mundo en haber negado consecutivamente dos procesos. Así de concluyente y de dramático es lo que nos jugamos el próximo 17 de diciembre.

De ahí la importancia de lograr un acuerdo dentro del Consejo Constitucional y que permita transmitir a la ciudadanía lo que está en juego, con un texto que perfeccione una Carta Fundamental abiertamente rechazada por el plebiscito de entrada el 2020 y que no tome mucha distancia con el esfuerzo hecho por el grupo de expertos en su propuesta inicial. No será solo el texto, sino el contexto lo que estará en la lupa de esa votación futura y me atrevo a decir que ese resultado también tendrá un impacto en nuestras elecciones venideras, ya que será indiciario de cómo somos capaces de ponernos de acuerdo en las reglas básicas de convivencia que deberían gobernarnos para la próxima mitad de siglo.

Entonces, lo que se está trabajando en el Consejo Constitucional es muy relevante y no se desvanecerá solo con el ejercicio plebiscitario de diciembre. En este contexto, cobra relevancia la existencia de un centro político dinámico, flexible y convergente que tenga el talento para edificar acuerdos, sin sacrificar trayectoria ni principios. Ese espacio hoy, que paradojalmente es que el más demanda el electorado y es necesario realizar un mayor esfuerzo en construir la oferta programática actual que motive a los ciudadanos. Esa ausencia es la que además nos ha conducido pendularmente en las últimas experiencias electorales sin un anclaje definido a partir del cual las propuestas y miradas de país se desarrollen con consistencia en el tiempo. La historia de Chile tiene ejemplos en donde el aumento de la estridencia política y los maximalismos voluntaristas nos han llevado al quiebre cultural del cual nos ha costado años recuperarnos, lo que deberíamos tener especialmente presente a cincuenta años de la tragedia del golpe militar y los diecisiete años de dictadura consecuente, que aún fracturan la sociedad chilena, dividen familias y empujan el ensayo de verdades históricas sesgadas, excluyentes y poco realistas.

El “nunca más” no es solo clausurar la puerta al odio, la violación de derechos humanos y la exclusión. Debe ser una exhortación con un estándar superior y ser un “nunca más” a la suspicacia, al rencor, a denostar como práctica social, a justificar la violencia con la reivindicación, a no mirar nuestro pasado sin perspectiva y a no juzgar a nuestros líderes con la amplitud del contexto, valorando su legado, en lugar de pasar cuentas desde la comodidad subjetiva de los propios cálculos.

El Presidente Aylwin tuvo la grandeza de construir un mensaje de unión en marzo de 1990 y la humildad de pedir perdón por los delitos de otros, en nombre del Estado. Tuvo además la capacidad de diálogo y de incluirlos a todos. Con generosidad, es lo que necesitamos.

Por Soledad Alvear, abogada

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.