Columna de Víctor Barrueto: Balance autocrítico nacional



Uno se pregunta si no hay algo de sabiduría en las decisiones que ha tomado la ciudadanía, las personas, el pueblo, los últimos años, cuando generó un “estallido social”, el masivo, que en su diversidad replanteó todo, o cuando aprueba con el 80% de respaldo la necesidad de una nueva Constitución, o cuando elige una convención con predominio de nuevas identidades y excluidos del sistema político, pero al mismo tiempo da un resultado distinto en la elección del Congreso, gobernadores y alcaldes, y, finalmente, rechaza abrumadoramente la propuesta de Constitución de la Convención: pareciera impulsar y al mismo tiempo equilibrar las cosas. Y se pregunta también, hasta dónde la política y los partidos, con la excepción del Acuerdo de Noviembre, parecen seguir sin entender a esta sociedad. La ruptura de política y sociedad sigue ahí vigente.

Todo esto merece una mirada más a fondo. ¿Cuál es nuestra autocrítica, las lecciones y el aprendizaje del mundo progresista?

Primero, que hay una derrota de gran magnitud. Una derrota más allá del papel de los medios de comunicación, de las noticias falsas, o del difícil momento económico y de seguridad. Con esas mismas condiciones se ganó el plebiscito anterior y la Convención fue lo que fue. Una derrota que no es solo de Apruebo Dignidad, aunque sí, en primer lugar, sino que también del Socialismo Democrático. La pregunta es cuál será el camino para construir mayorías, no solo genéricas, sino que también operantes.

Luego, que lo más rescatable del último proceso es el Estado social y democrático de derecho. Eso es lo que más expresa las aspiraciones surgidas del octubre 2019. Sin embargo, no se puso en el centro. Esa era la media que el país real quería: un verdadero Estado de bienestar es la base esencial de cualquier nuevo consenso constitucional.

Además, las reformas estructurales son indispensables, pero ellas tienen que estar conectadas estrechamente con el pueblo real, con el sentido común de las personas, aspirar a su comprensión y su involucramiento. La propuesta constitucional quizás era hasta bella, pero no para el Chile de hoy. Un intento poco conectado y respetuoso de nuestro momento de desarrollo. Una interpretación, como dijo una psiquiatra, que habla más del terapeuta que del paciente.

También es necesario comprender el cómo articular el interés general con las legítimas aspiraciones llamadas identitarias; que estas últimas no se tomen todo, ya que ni siquiera sumadas dan para mayorías. Muchas de ellas incluso llevadas al extremo pueden ser hoy muy contraculturales en la media de las y los chilenos. Pero son indispensables de impulsar como parte de un movimiento más amplio con aspiraciones más globales, como la igualdad y la dignidad.

Importante: las personas, el pueblo no es de derecha o de izquierda; las personas son mucho más que eso. Si hay gente movida por ideas de izquierda o de derecha, o de centro izquierda o de centro derecha, pero una parte importante del país no se mueve así, e incluso todos se mueven por un sin número de factores: se puede ser, solo como un ejemplo, medio de izquierda, regionalista, colocolino o de la U, anti elite, emprendedor y católico.

Otro aprendizaje de lo ocurrido es que se mantiene intacta la ruptura entre política y sociedad. Ello explica una parte importante de lo sucedido en los últimos tres años. Los partidos políticos no logran aceptar las nuevas condiciones, discernir los objetivos factibles y expresar las aspiraciones de vastos sectores sociales que no se sienten representados por el actual sistema de partidos. Hay una enorme disminución de la credibilidad en las instituciones democráticas que afecta la legitimidad y la efectividad del sistema.

¿Qué es hoy el centro? Claramente, no es el centro tradicional histórico que conocimos, que era clases medias, moderadas y representadas por la Democracia Cristiana. Hoy hay múltiples sectores medios de orígenes distintos y el centro no se caracteriza exclusivamente por la moderación, ya que hay sectores en él muy radicales en ciertas reivindicaciones. El centro se parece más hoy a un gran espacio en disputa del sentido común.

Otra pregunta que aparece: ¿Quiénes son los nuevos votantes del voto obligatorio? ¿Son de derecha? Mas bien pareciera que no. Pareciera que es gente más adaptada y esperanzada respecto al sistema económico y, por lo mismo, más frustrada ante el no cumplimiento de sus expectativas, claramente antipolítica y antielites, muy individualista, son los que dicen “igual mañana tengo que trabajar”, más que moderados son más bien pragmáticos respecto a lo que los favorece personalmente o no. Personas más temerosas que la media a la incertidumbre, y a que las cosas estén bajo control.

El anhelo de cambio sigue muy presente en su sentido y dirección, la pregunta es más bien, hasta dónde y con qué velocidad, sin descuidar la economía y la seguridad. Un cambio profundo, pero seguro y sostenible. Cómo construir mayorías para aquello. Las mayorías culturales son las más sólidas, pero se necesitan pactos sociales concretos para hacer avanzar las reformas y sobre todo tener soluciones prácticas para las urgencias del día a día.

Lo que sí es claro es que no habrá cambios relevantes sin contar con la sociedad cuya transformación se desea. Nada se puede imponer desde arriba. La gente debe estar bien informada de los cambios, sentirse implicada, hacerlos propios y considerarse los verdaderos protagonistas.

¿Por qué esta autocrítica debe ser nacional? Nosotros nos la estamos haciendo, pero ¿qué pasa con la derecha? ¿cuál es su autocrítica? Ella se ha equivocado más aún. ¿Son capaces de aprender? Sería muy grave para los destinos del país si no lo hicieran. Hoy puede ser el momento para la política, pero si nos volvemos a equivocar todos, seguiremos girando en banda para mala suerte de Chile.

Por Víctor Barrueto, expresidente del PPD

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