Complejo escenario para economía chilena

El panorama descrito por el Banco Central para este año y el próximo -con bajo crecimiento y una dinámica inflacionaria persistente- constituye una señal de alerta para las nuevas autoridades, donde la prudencia fiscal será un factor indispensable.


Un aterrizaje rápido a la realidad económica resultó el último Informe de Política Monetaria (IPoM) publicado por el Banco Central. No es que el mercado tuviera expectativas muy elevadas del desempeño de la economía chilena para este año y el próximo, pero el escenario planteado por el instituto emisor refleja bien que las complicaciones serán en extremo desafiantes.

En opinión del Central los factores que impulsaron en forma temporal la recuperación pospandemia se están disipando aceleradamente. El consumo -que en 2021 anotó un crecimiento histórico de 18,2%- verá una fuerte desaceleración para cerrar este año con una leve caída de 0,2%, por el retiro de los estímulos y la menor disponibilidad de liquidez de las familias. Por su parte, la inversión se hundirá en 2022 en 3,8%, y el Banco Central advierte que en su evolución están impactando condiciones financieras más estrechas, una mayor tasa de interés -en particular para los créditos hipotecarios-, y mayores niveles de incertidumbre.

El año cerraría con un crecimiento entre 1% y 2%, una expansión algo más débil en relación a lo que esperaba el mercado (+2%). Para 2023 las expectativas económicas son aún peores, y el IPoM anticipa un rango de actividad entre -0,25% y +0,75%, con una caída adicional para el consumo (-0,8%) y para la inversión (-0,2%).

Una de las preocupaciones centrales del Banco Central es la evolución reciente de la inflación, en particular porque las expectativas de inflación a dos años se han mantenido altas. Producto de esto el escenario central del IPoM “incorpora una dinámica inflacionaria más persistente que lo usual, en parte, como resultado de niveles de inflación esperados por encima de la meta de inflación a los horizontes habituales”.

Sin duda que no ayuda el escenario externo, ya que el conflicto en Ucrania ha presionado los precios de los alimentos y los hidrocarburos, elementos claves en las canastas básicas por todo el mundo. No obstante, la preocupación sobre la evolución de la inflación tiene que condicionar -además de las variables monetarias- otras decisiones en materia económica. Por un lado, la política fiscal tiene que mantener una trayectoria que avance hacia el cierre del déficit estructural del balance público, por lo que es esencial evitar la pulsión de mayor gasto. Pero, además, es clave que las presiones inflacionarias que advierte el IPoM sean un freno efectivo y no un aliciente para los parlamentarios que buscan un nuevo retiro de los fondos previsionales. En palabras del ministro de Hacienda, de aprobarse una política como la señalada sería una verdadera “bomba” para la economía porque, en contraste, es necesario “generar capacidad de crecimiento a futuro, y para eso necesitamos estabilidad económica y financiera”.

El panorama descrito por el Banco Central es una señal de alerta para las nuevas autoridades. A la necesaria prudencia fiscal -impulsada por el ministro de Hacienda- es necesario agregar señales sustanciales para agilizar la inversión y el emprendimiento privados que eviten una pérdida mayor en la capacidad de crecimiento futura del país.

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