Comunicación improbable

Mercado laboral sigue dando señales de mejoría y desempleo bajó a 10,8% en el trimestre septiembre- noviembre

Las crisis son grandes generadoras de cambios. Si serán para mejor o peor va a depender mucho de cómo nos involucremos y cuán dispuestos estemos a salir de nuestras trincheras y adaptarnos.



Si todo fuera como esperábamos, probablemente hoy, a esta hora, muchos estaríamos camino a votar o ya habríamos sufragado. Aunque si todo fuera como imaginábamos mucho antes, no habría ninguna elección de constituyentes pues no habría cambio a la Constitución, ni menos habría una suspensión por temas sanitarios pues no habría pandemia.

La destrucción acelerada y constante de los supuestos sobre los cuales descansaba el mundo que conocíamos, son parte de la “nueva normalidad”. Cuestionar nuestras convicciones y formas de hacer es un acto de sobrevivencia.

En un año políticamente clave, que marcará el destino social y económico de Chile, poner nuestros mejores esfuerzos por alcanzar acuerdos resulta sustancial para todas las partes. Especialmente frente al desafío de un proceso constituyente que parece estar generando muy altas expectativas.

No obstante, enfrentamos un gran obstáculo. Algo así como un gran problema “idiomático”, pero bastante más profundo. Más bien como la Torre de Babel.

La forma como los distintos grupos comprendemos el mundo, según la silla en la que estamos sentados, el rol que cumplimos o simplemente el lugar en que nos tocó nacer, trunca muchas veces el diálogo, generando lo que Niklas Luhmann llamó la “improbabilidad de la comunicación”, en su célebre Teoría Sistemática.

Tal como mostró el Estudio COES, que comparó las percepciones y creencias de la elite con aquellas de la ciudadanía frente a temáticas sociales, económicas y políticas del país, pareciera que ambos grupos interpretan y ven el mundo de una manera radicalmente distinta. Y si bien esto en sí no es una crítica a ninguna de las partes, muestra una desconexión muy profunda entre ellas, que pareciera hacer imposible converger.

¿Por qué ocurre esto? Más allá de quién tiene la razón o no, asistimos a conversaciones paralelas. Como anécdota, esta semana recibí una cadena de whatsapp donde -en un mismo audio- uno podía escuchar la palabra “bicicleta” o “alquiler” según qué estuviera pensando. Impresionante, ¿no?

El primer comentario que surgió de ese chat me pareció muy acertado: “Por eso nadie se entiende! Cada uno escucha lo que quiere escuchar!”

Así, por un lado, el mundo empresarial -por su historia y experiencia- no pierde de vista que cualquier cambio siempre va a acompañado de algún costo y que no existen las soluciones mágicas, sino que en cada decisión existe un trade-off que nos obliga a priorizar.

Por otro lado, a nivel ciudadano muchos no suelen ver estos costos, ya sea por el supuesto que tratan de vendernos algunos políticos de que finalmente será “otro” (y no sus votantes) quien los asumirá; o por los discursos más populistas que terminan traspasando en parte esta carga a las generaciones futuras (que hoy no votan). En resumen, se les hace creer que los cambios no se hacen sólo por un tema de voluntad o de resistencia de los poderosos de siempre. Así, se va configurando una realidad cada vez más dispar.

Entonces, y dado que algunos escuchamos “alquiler” y otros “bicicleta”, ¿cómo acercamos posturas? Algunas ideas:

1.- Cuestionar los supuestos. Aceptar que es altamente probable que en muchas de nuestras creencias haya espacio para aprender del otro o ver puntos ciegos que no conocíamos.

2.- Tener la disposición a abrir los oídos para así acercarnos a quienes piensan distinto. No para “educarlo” ni “convencerlo”, sino para comprender, aclarar conceptos, preconcepciones, pero también para conocernos mutuamente y así ir derrumbando mitos. Más que mal no hay nada que genere más confianza que vernos como personas y no como representantes de grupos estereotipados.

Prueba de ello es el Barómetro de la Confianza Empresarial 2020 de Sofofa, que revela que las personas califican a “las empresas” con un nivel de confianza del 25%, lo que sube al 55% cuando se trata de la compañía donde trabajan.

3.- Invitar a nuestras mesas de discusión a líderes que estén en contacto directo con ámbitos más diversos de la sociedad y que pueden ser una especie de puente entre los grupos.

4.- Partir por aquellos temas donde existe mayor coincidencia a nivel país para iniciar un diálogo constructivo y convocante, e ir generando confianza.

Las crisis son grandes generadoras de cambios. Si serán para mejor o peor va a depender mucho de cómo nos involucremos y cuán dispuestos estemos a salir de nuestras trincheras y adaptarnos.

Más que mal, lo dijo Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. A lo mejor sea hora de probar y aprovechar la oportunidad que nos va a dar este proceso constitucional para que logremos salir adelante haciendo probable lo improbable.

* El autor es gerente general de Grupo Prisma

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