Crecimiento económico de Chile y estimulación cognitiva temprana de los niños

Niños robot estudiantes


EL mejoramiento de la calidad de la educación de nuestra población, no solamente condiciona mejores perspectivas laborales y salariales. Estudios científicos han comprobado que los adultos educados gozan de mejor salud, realizan más actividades voluntarias y contribuyen significativamente al capital cultural de la sociedad.

Según el Premio Nobel de Economía James J. Heckman, "el ambiente en el cual se educan y estimulan los niños desde temprana edad es uno de los predictores más poderosos de productividad, desarrollo cognitivo y no-cognitivo. El ciclo de formación de habilidades en los humanos es un proceso dinámico en el cual las intervenciones tempranas afectan poderosamente los resultados de productividad en el futuro…". El Prof. Heckman, considerado uno de los economistas con mayor influencia en el mundo, sostiene además en su publicación de la prestigiosa revista Science (Heckman, 2006) que la tasa de retorno de la inversión en educación es exponencialmente mayor cuando se realiza en etapas tempranas (preescolares), respecto de la inversión en educación escolar o estudios de adultos a nivel laboral. Es decir, cuando decidimos tomar acciones concretas para educar y estimular a nuestros niños entre 4 y 6 años estamos trabajando por el bienestar de la sociedad en su conjunto. Además, estamos asegurando el cuidado de los futuros adultos mayores y niños.

Conviene comprender que despertar tempranamente la curiosidad y estimular a nuestros niños es una forma de repensar el desarrollo de nuestro país y mirar hacia el futuro con la certeza de que tendremos una sociedad más productiva, pero también más humana, donde la distribución de la riqueza, el bienestar y la salud sea más equitativa.

El cuestionamiento sobre la importancia de la educación de los niños no es un tema que pertenezca a ningún sector político en particular, es una pregunta que vale la pena hacerse cuanto antes en Chile y tomar acciones concretas al respecto. Es precisamente ahora cuando las universidades, colegios, institutos y centros de educación, públicos o privados, deberíamos estar haciendo nuestros mayores esfuerzos por integrar la ciencia a la vida cotidiana desde las edades más tempranas. Fomentar la curiosidad, el pensamiento crítico, la libertad de hacerse preguntas y experimentar para responderlas es algo que no podemos dejar de hacer con nuestros niños. Más allá de preocuparnos si es que aprenden rápido matemáticas, ciencias exactas, lenguaje, idiomas, o habilidades motrices, debemos pensar cómo fomentamos la curiosidad natural que hay en ellos.

Cabe preguntarse, entonces, ¿cómo puedo hacerlo yo, que soy un ciudadano "común y corriente", que no tiene el poder ni los medios para cambiar el sistema de educación? Es sencillo, pero difícil al mismo tiempo. Salgamos a caminar con nuestros hijos, preguntémosles por qué han cambiado de color las hojas de los árboles o  el color del cielo. Respondamos sus preguntas, cuando sepamos las respuestas, o asombrémonos juntos con ellos, celebrando su capacidad hacer preguntas difíciles. Si es posible, hagamos experimentos sencillos para responder. Sólo de esta forma, nuestros niños aprenderán a usar correctamente (en beneficio de sí mismos y sus semejantes) los conocimientos que aprenderán en el futuro en las escuelas, colegios y universidades.

Este será uno de los temas que se analizarán en el 9° Congreso Mundial de Juventudes Científicas, organizado por la Universidad de Santiago de Chile y Fundación FISS, entre los días 15 al 19 de noviembre. En este evento internacional, líderes de diversas áreas del conocimiento se darán cita en Santiago para reflexionar y compartir experiencias en cuanto a cómo integrar la ciencia a lo cotidiano y humanizar el conocimiento científico, que parece estar injustificadamente alejado de la sociedad.

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