Opinión

Cuestión de fe

VATICAN MEDIA

Scorsese y la fe. No solo el hecho de haber colocado en la idea de la redención el eje de casi todas sus películas es lo que convierte a Martin Scorsese en uno de los principales artistas de sensibilidad católica de estos tiempos. La conexión con la fe también es biográfica, proviene de la historia de su familia siciliana, de su infancia en Nueva York, de su compromiso explícito con la religión en títulos como Toro salvaje, La última tentación de Cristo y, muy especialmente, en Silencio, la historia de dos jesuitas portugueses que viajaron al Japón del siglo XVII para difundir el cristianismo. Como queda de manifiesto en el pequeño libro Diálogos de la fe (Espasa, 2025, 141 páginas), Scorsese no es un católico convencional y de creencias apacibles. Es un hombre que vive su credo a la manera de su cine: con pasión, con desgarro, con agonías, dudas y convulsiones. Por eso su aproximación a la fe es tan apasionante. La base de esta obra son las entrevistas e intercambios entre el cineasta y el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, exdirector de la revista Civilicittá Cattolica y en la actualidad miembro del consejo directivo de la Universidad de Georgetown. Spadaro fue uno de los interlocutores con los cuales Javier Cercas se entrevistó antes de viajar con el Papa Francisco a Mongolia el año 2023, según se consigna en su libro El loco de Dios en el fin del mundo. El novelista lo presenta como un cura muy respetado e inteligente, aunque es difícil disociarlo, por sus cautelas y silencios, de la retórica de la burocracia vaticana. Eso vuelve a quedar claro en el tipo preguntas que aquí le hace a Scorsese. Las respuestas del cineasta, en cambio, son otra cosa: directas, francas, emotivas, cargadas de intensidad testimonial (su cercanía con la violencia, su crisis personal de fines de los años 70, el rescate de la figura del padre Príncipe como factor fundamental en sus años de formación, su misteriosa conexión con la figura de Jesús…) y son también muy coherentes al insistir en que, en el caso suyo, los llamados de la fe, más allá el ambiente que lo rodeó, más allá de haber tenido una iglesia a la vuelta de su casa, siempre vienen de adentro, desde la propia conciencia. Si bien para Scorsese, que más de una vez se entrevistó con el Papa Francisco, la mejor película que se ha hecho sobre Jesús es la de Pier Paolo Pasolini, El evangelio según Mateo (1964, en blanco y negro), él nunca ha renunciado a encontrar otra perspectiva para volver a contar la historia del Salvador y, de hecho, el libro se cierra con una pocas páginas que escribió en términos de aproximación a un posible guion para una película suya sobre Jesús.

Discreción y chisme. ¿Libros en papel o libros en digital? En su ensayo No soy un robot (Anagrama, 2924), sobre la lectura y la sociedad, el escritor mexicano Juan Villoro no toma frontalmente partido. Pero señala que los e-book en cierto modo han contribuido a transparentar gustos y preferencias. Es cierto que las cifras de tirajes y ventas de libros físicos siempre estuvieron sobre la mesa. Pero ahora, con los libros digitales, sabemos no solo los títulos más leídos, sino incluso los pasajes que se subrayan o que interesan más. El libro físico es discreto. El e-book, chismoso. Dice Villoro que pasaron quizás los tiempos en que nos preguntaban qué libros tenía en su velador y respondíamos que una nueva versión de la Eneida o los poemas de Anne Carson, aun cuando estuviéramos leyendo la última biografía de Maradona o un bodrio de Paulo Coelho, “que ha vendido suficientes libros para poner en duda el gusto de la especie humana”. Si los lectores dijeran la verdad al hablar de sus autores favoritos -dice Villoro-, Joyce sería un best seller. Agrega un dato interesante: en el mundo del libro digital, la frase más subrayada en la primera década de este siglo fue “A veces las cosas le suceden a la gente que no está preparada para lidiar con ella”. Pertenece a Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, que tuvo una exitosa adaptación fílmica. La segunda frase más destacada viene de Orgullo y prejuicio, de Jean Austen: “Es una verdad universalmente aceptada que un hombre soltero en posesión de una buena fortuna debe estar en busca de una buena esposa”. La utopía del príncipe azul, al parecer, sigue viva. Y quizás ya no importa que sea tan azul, toda vez que tenga plata.

Perder y perder. Cuando a Francis Ford Coppola, que realizó con El Padrino, primera y segunda parte, dos de las mejores películas de los años 70, y quizás si de todo el siglo XX, le preguntaron por qué hacía cine, respondió: “Filmo para pagar las deudas que he acumulado con las películas que he hecho antes y así poder hacer otras más adelante”. Coppola, que ganó mucho dinero no haciendo películas, sino invirtiendo en viñas y hoteles, ahora lo ha estado perdiendo, puesto que Magalópolis, su esperado regreso al cine, la película de ciencia ficción dramática que estrenó el año pasado, hasta ahora ha sido una ruina.

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