De la intención a la acción


SEÑOR DIRECTOR:

Un proceso constituyente suele ser un punto de inflexión para los países. En la redacción de toda Constitución se vuelcan las intenciones de una nación a una carta -una Carta Magna- que definirá el destino de un pueblo.

Sin embargo, tanto o más importante que escribir un propósito es definir el mecanismo para alcanzarlo. No por nada los países que más derechos incluyeron en sus constituciones -Venezuela, Angola y Etiopía, por nombrar los más entusiastas- no son capaces de cumplirlos ni de cerca y han devenido más bien en regímenes con escasa libertad para sus ciudadanos.

En estas semanas en que han aparecido las promesas de la nueva Constitución en el capítulo de Derechos Fundamentales, ¿debemos celebrar su inclusión en la nueva Constitución? Probablemente no, si son solo promesas con escasas probabilidades de cumplimiento.

Las múltiples necesidades de las sociedades exigen que sus gobernantes tengan que tomar decisiones de priorización en la agenda social. Los que han intentado fórmulas maximalistas han terminado con un Estado quebrado y convertido en botín de grupos políticos organizados. Para evitar esto es importante diseñar una hoja de ruta que ponga foco en las necesidades más urgentes y buscar formas de financiamiento sostenibles para las siguientes.

Para esto es fundamental el desarrollo de un sector privado pujante, que cree empleos, que aporte sus impuestos y entregue bienes y servicios de calidad de manera eficiente. La inversión y la creación de más y mejores empleos solo sucede cuando hay una invitación clara, atractiva y con estabilidad por parte de un país. Los miles de empresas familiares que existen en Chile -muchas de ellas Pymes-, son un fiel reflejo de que cuando están dadas las condiciones, las ideas, el empuje y la perseverancia se mezclan en un espiral virtuoso que llamamos emprendimiento.

Todas estas reformas -Constitución, reforma previsional, salud y tributaria- tienen que hacerse bien, considerando lo mejor para el país en el largo plazo. Una vez cerrados estos procesos, debemos dar vuelta la página y volver a colocar a Chile como un país atractivo para invertir.

No hay ninguna duda que necesitamos corregir la desigualdad y crear condiciones de mayor bienestar en la ciudadanía. Pero si sacrificamos el progreso económico, la inversión y el emprendimiento, la larga lista de promesas escritas en la nueva Constitución quedarán estampadas como un cruel paradigma al que, en vez de acercarnos, terminaremos mirando de muy lejos.

Andrés del Río

Director

Asociación de Empresas Familiares

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