De lo que no sé

Fake blood is seen in test tubes labelled with the coronavirus (COVID-19) in this illustration taken March 17, 2020. REUTERS/Dado Ruvic/Illustration


El oficio de columnista es muy extraño, una vez a la semana cometo el acto de infinita soberbia de escribir una opinión sobre cualquier tema, con la pretensión ilusa de influir en otras personas. Así, semana a semana, intento desplegar mis limitados conocimientos sobre política, sobre el poder y, más precisamente, sobre lo que uno apenas alcanza a vislumbrar del alma humana, algo así como un seguidor microscópico de ese gigante que fue Balzac.

Pero hoy voy a hacer exactamente lo contrario, en lugar de escribir de aquello de lo que pretendo saber algo, he decidido hacerlo sobre una materia respecto de la que no sé absolutamente nada: cómo se maneja una pandemia viral. Estimado e indulgente lector, esa es la verdad, no tengo idea cuál será la estructura molecular del Covid-19, menos sabría modelar matemáticamente su propagación, tampoco tengo idea cuáles serán los criterios que permiten discriminar el momento en que un paciente debe pasar de una cama de hospitalización normal a una de UTI o el momento en que se le debe conectar a un ventilador mecánico. En fin, para qué sigo, mi ignorancia en estas materias es total.

Paradójicamente, no solo he tomado conciencia de mi ignorancia, sino que, para mi sorpresa, en los últimos días he descubierto en las redes sociales y en la televisión que soy el único, o casi el único, que no sabe. Estoy abrumado con la cantidad de gente que sí conoce con certeza de reloj suizo el momento exacto en que se deben suspender las clases, declarar cuarentena total, cerrar centros comerciales y, si todo eso no fuera poco, también dominan el arte de la economía, pues con igual sapiencia recetan fijaciones de precios, cambios tributarios o la manera en que se deben administrar fondos para no ser afectados por la caída global de los mercados.

Ahora bien, escuchando o leyendo a los médicos, científicos y autoridades sanitarias responsables -que toman decisiones por las que eventualmente deberán responder- me han quedado claras algunas cosas: cuando sea que se tomen las medidas de efecto general, ahora debo quedarme en mi casa junto a mi familia, es fundamental disminuir al mínimo absoluto el contacto social, debo lavarme las manos bien y varias veces al día, si aparecen los síntomas debo consultar y debo cumplir escrupulosamente las órdenes del personal sanitario.

Es decir, aunque no sé cómo resolver el problema de salud pública, sí sé cómo cuidar a mi familia y a mí mismo. Porque, al final, como con todos los problemas que afectan a la comunidad, la solución no está en decirles a los demás lo que deben hacer, en pontificar sobre los deberes ajenos, sino en cumplir de la mejor manera posible con los propios. En realidad, probablemente eso es lo único que sé.

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