Opinión

De un automóvil a un imperativo categórico

De un automóvil a un imperativo categórico Andres Perez Andres Perez

A mi vehículo, algo antiguo, por cierto, le correspondió una revisión por kilometraje. Lo dejé en el taller, y como me ha pasado en otras ocasiones, al mediodía recibí la típica llamada señalándome que, además de lo habitual (cambio de aceite, filtros, etc.), había que agregar otros gastos que terminaron triplicando la cuenta. Cada vez que ocurre, me recuerdo del rol de agente.

La Teoría de Agencia se basa en que una persona con un nivel de conocimiento precario frente a un problema delega en un tercero (agente) la responsabilidad de actuar en beneficio del primero. El agente sabe más del asunto que quien le ha solicitado ayuda, lo que se denomina asimetría de información, y si actúa atendiendo intereses distintos a su misión, sea incluso uno propio, falla gravemente a su tarea.

Dada la complejidad de los asuntos humanos, el ciudadano debe recurrir incesantemente a agentes que lo representen. Es el caso de abogados, médicos, políticos, alcaldes. Nuestro país enfrenta una grave crisis de agencia. Existe una duda legítima que quienes han sido elegidos para defender los intereses de sus representados estén en realidad atendiendo otras agendas, generando verdaderos conflictos morales, cuando reciben pago por licencias médicas fraudulentas, usan recursos públicos para objetivos propios, inducen a gastos innecesarios, prescriben medicamentos de marca sustituibles por genéricos, poniendo solo ejemplos del mundo clínico.

Pero el problema se extiende a todos los campos. De especial trascendencia es la representación política. Existe una desconfianza generalizada hacia sus actores, que solo se acrecienta en cada noticiario. Generosas promesas en tiempo de campaña, actividades en terreno con quienes buscan ser oídos y representados, uso indebido de recursos públicos por algunos cuando son electos, compromisos de votar de una determinada forma que luego son transados en el altar de fines propios. Probablemente la crisis más severa de agencia que se vive en nuestro país hoy es la inexcusable negligencia en la administración del Estado.

Se pueden idear muchos mecanismos para sancionar y prevenir estos conflictos éticos; pero hay que reconocer que el único camino fecundo es el de elegir representantes que estén dispuestos a dejar de lado sus intereses y actuar siempre en nombre de quien los ha elegido. Se hace imprescindible entonces recurrir a un concepto pasado de moda: la virtud. No hay mecanismo de castigo suficiente para adecuar el trabajo de todos quienes están en los asuntos públicos en beneficio de la comunidad si de base se carece de coraje y entereza moral. En la educación que se aleja de las humanidades y de la filosofía no hay esperanza. Solo recordar a Kant: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”. Todos necesitamos una revisión frente al espejo.

Por Jaime Mañalich, médico

Más sobre:Teoría de Agenciarepresentación políticavirtud

¡Oferta especial vacaciones de invierno! ❄️

Plan digital $1.990/mes por 4 meses SUSCRÍBETE