Opinión

De votos y vetos

Fotos: Johanna Zárate Pérez/Cámara de Diputadas y Diputados Johanna Z�rate P.

En la medida que las encuestas muestran que la opción del Rechazo supera por un amplio margen al Apruebo, ha emergido la conversación acerca de qué viene después, en qué forma se continuará con el proceso constituyente si el país desecha la propuesta de la Convención.  En línea con esto, la senadora Rincón y el senador Walker presentaron un proyecto de modificación a la actual Constitución que rebaja el quórum para reformarla a 4/7, permitiendo así que una mayoría razonable pueda convenir en un nuevo itinerario o en un nuevo texto constitucional que permita cumplir con el mandato sancionado en el llamado plebiscito de entrada.

Sin embargo, esta proposición ha sido criticada, pues se argumenta que la centro derecha tiene la mitad del Senado, razón por la cual el quórum de 4/7 le daría poder de veto, situación inaceptable para estos detractores. Se arguye que la actual Constitución fue hecha en dictadura, por la propia derecha; por lo tanto, no podría ahora tener “la llave” que impida las transformaciones. Una vez que todos -menos la derecha- hayan redactado un nuevo texto, ahí sí, en el futuro, podrán participar todos en igualdad de condiciones en sus modificaciones.

Resulta imposible conciliar esta posición con la promesa de la llamada “casa de todos”; es evidente que quienes razonan de esta manera nunca quisieron realmente un texto constitucional que concitara un acuerdo amplio y tampoco esta disposición es consistente con la tesis de que el problema del texto constitucional actual sería su origen, porque no hay ningún problema en reproducir de otra manera el mismo vicio que se reprocha, la exclusión de una parte de la sociedad en el proceso. El argumento de que ahora la exclusión se haría en democracia es tan pueril como falaz, porque la democracia es esencialmente el derecho de todos los ciudadanos a participar en igualdad de condiciones en las decisiones políticas.

Decir que con 4/7 la derecha tiene poder de veto, equivale a decir que solo sería legítimo un texto que se alcanzara sin requerir su concurso para ser aprobado y significa también -esto es probablemente lo más grave- que la opinión del cuarenta por ciento, o más, de los chilenos que consistentemente vota por este sector no tienen el mismo valor que la del resto. Sin importar que la mitad del Senado fue obtenido en elecciones plenamente legítimas, con un sistema electoral hecho a gusto de la actual mayoría y que se funda, además, en la proporcionalidad.

Que los representantes de una parte sustancial del electorado ejerzan institucionalmente su derecho a promover y rechazar determinadas propuestas es la esencia de la democracia, no son 25 senadores, son los millones de chilenos que votaron por ellos los que se están expresando.

La democracia es, en sí misma, un compromiso, una forma de arbitrar las diferencias reemplazando la fuerza por un procedimiento pacífico, en que todos contamos igual. Negar la igualdad del voto es negar la esencia de la democracia, ese es el verdadero veto.

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