Decisiva elección en Perú

Keiko Fujimori y Pedro Castillo durante el debate televisado de este domingo en Arequipa. Foto: Reuters

Si bien el país debe decidir entre dos modelos opuestos, quien gane deberá buscar acuerdos en un Congreso fragmentado si quiere evitar que se repita la inestabilidad de los últimos años.


Perú ingresó a su última semana antes de la segunda vuelta electoral que definirá al próximo presidente del país. Y lo hizo tras el primer y único debate oficial de la campaña realizado el domingo en Arequipa -el anterior, en Cajamarca, fue improvisado y no contó con el aval del Jurado Nacional de Elecciones-, encuentro que evidenció la polarización de la discusión política en el país. Keiko Fujimori y Pedro Castillo encarnan dos visiones radicalmente opuestas, en especial en el plano económico. Mientras la primera aboga por mantener el actual modelo de desarrollo que ha permitido un sostenido crecimiento económico en Perú durante las últimas décadas, el segundo aspira a un sistema donde prime un control estatal de la economía y que, como él mismo anunció, iría de la mano de la estatización de sectores productivos clave.

Pese a que en la primera vuelta los candidatos ubicados hacia la derecha del espectro político sumaron más de 50% de los votos, la composición de las preferencias reveladas por las encuestas muestra que son otros los factores que están incidiendo en la posición de los votantes peruanos. Ello porque ha sido Pedro Castillo y no Keiko Fujimori quien lideró virtualmente todas las encuestas del último mes y medio, con una ventaja que en un inicio superó los 15 puntos. Si bien la diferencia se ha estrechado y según el último sondeo de Ipsos ambos candidatos están en empate técnico, el abanderado de Perú Libre sigue arriba por poco más de dos puntos. Un escenario donde el 12% de indecisos será clave, considerando que el voto es obligatorio.

El fuerte voto de rechazo con que ambos iniciaron la carrera por la segunda vuelta también ha convertido a esta elección en una donde los votantes optarán mayoritariamente no por quien confían que es la mejor opción, sino por la que creen que es la menos mala. Contra Castillo, por ejemplo, pesa su inexperiencia y un discurso de izquierda radical, que si bien intentó suavizar en el reciente debate al sostener que no está en contra del mercado y que no nacionalizará los fondos de las AFP, no logró despejar del todo las dudas al sostener luego que “el mercado no puede controlar al Estado, sino que es el Estado el que debe controlar a la población y a los mercados”. Contra Fujimori, en tanto, conspiran las dudas sobre su real compromiso democrático y sus acusaciones de corrupción.

Pero más allá de esos puntos débiles, y de la severa división entre el Perú rural -que apoya a Castillo- y el votante de Lima -que respalda a Keiko Fujimori-, quien gane el domingo deberá hacer frente a un país con evidentes deudas pendientes que no podrán ser eludidas, pero también con un Congreso profundamente dividido. La principal bancada, la de Perú Libre, tendrá solo 37 escaños, lejos de los 76 necesarios para contar con mayoría. Por ello, más allá de las promesas que uno y otro candidato hayan hecho durante las últimas semanas, para poder gobernar quien gane deberá apostar por la negociación y el acuerdo. Intentar imponer un proyecto específico y radical solo terminará bloqueando al país.

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