Derrota política frente al tercer retiro

Al margen de los fundamentos que tuvo el TC para no acoger el requerimiento del gobierno en contra del tercer retiro, el desaguisado es sobre todo fruto de la improvisación y falta de manejo que ha imperado en esta administración.



Ciertamente son muchas las lecciones que La Moneda, y especialmente el Presidente de la República, habrán de extraer a raíz de cómo ha concluido la tramitación del llamado tercer retiro, el cual ha devenido en una bochornosa derrota para el gobierno. Ello no solo porque incluso con votos de Chile Vamos el Congreso había aprobado por amplia mayoría el proyecto presentado por la oposición, sino porque los esfuerzos de última hora para neutralizar dicha reforma con un proyecto propio terminaron naufragando luego de que el Tribunal Constitucional (TC) -también por amplia mayoría- desestimara ayer la admisibilidad del requerimiento del gobierno para declarar la inconstitucionalidad de la reforma recién despachada.

La Moneda estaba plenamente confiada en que cuando menos los cinco ministros del TC -incluida su presidenta, con voto dirimente- que en diciembre pasado votaron por declarar inconstitucional la reforma que consagraba un segundo retiro, esta vez ratificarían su votación. No sucedió así, y dos de esos ministros concurrieron con su voto para declarar la inadmisibilidad, con lo cual el TC ni siquiera entró sobre el fondo. Una vez que se conozcan los razonamientos de los votos de mayoría y minoría será posible apreciar sus fundamentos, pero pareciera que un primer error de cálculo fue confiarse demasiado en un alegato que se basó fundamentalmente en lo que antes resolvió la mitad del tribunal, sin hacerse cargo de los argumentos de los restantes ministros.

Por cierto que llamó poderosamente la atención que uno de sus integrantes -antes de iniciarse la sesión- declarara ante la prensa que “han ocurrido situaciones bien importantes entre el 30 de diciembre y el día de hoy”, y que “la propia sentencia del TC no solo tuvo una parte resolutiva y convocó a las partes a legislar en cierto sentido”, lo que abrió la incómoda interrogante de si en la decisión de mayoría solo pesaron consideraciones de orden jurídico.

Pero al margen de cómo ha resuelto el TC, la responsabilidad de haber desembocado en este desaguisado le corresponde al propio gobierno, que una vez más no supo disciplinar a tiempo a sus propias fuerzas políticas. Es evidente que en un clima de populismo desenfrenado y de cálculos electoralistas, lidiar con ello reviste una complejidad extrema -desde luego, la mayor parte de Chile Vamos ni siquiera estuvo dispuesta a darle la chance al Mandatario de ejercer su facultad de veto-, pero el abandono en que quedó el gobierno por parte de la mayor parte de sus legisladores da cuenta de una escasa capacidad para articularse como coalición y de manejo político, problema que ya viene arrastrándose desde hace tiempo y que ha devenido en un profundo desgaste. La ausencia de manejo se reflejó también en la presentación de un apresurado proyecto de ley propio para permitir un tercer retiro, el cual no solo resultó inútil, sino que terminó validando la regresiva política de seguir vaciando los fondos de pensiones, introduciendo además disposiciones muy poco meditadas, como pretender que las empresas absorban parte de la restitución de fondos retirados, algo imposible para las Pymes.

Si algo deja en limpio este episodio, es que el estilo presidencial de gobernar sin mayor sentido de coalición y de exceso de improvisación ha tocado fondo. A esta administración aún le restan casi 11 meses de mandato, por lo que si aspira a brindar gobernabilidad debe corregir drásticamente el estilo de conducción seguido hasta ahora.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.