Educación, un olvido en los programas presidenciales

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Por Fernando Prieto, fundador de Pixarron

Llama la atención que el tema educacional prácticamente no exista en los programas presidenciales. Al menos no en la forma y fondo en que la enseñanza del futuro merece ser abordada.

El problema es grave: nuestros niños y jóvenes no están logrando los aprendizajes mínimos ni se están preparando en las competencias que requieren para enfrentar los desafíos laborales del futuro.  Lo triste de la situación es que, a pesar de ser conocida por todos quienes se precian de ser responsables de la educación en Chile, no se ven medidas concretas para mejorarla. ¿Será porque el sueño de una educación de calidad compite con los intereses de quienes se niegan a cualquier innovación que excluya aquello que no agrega valor, todo esto, considerando que el ecosistema educacional captura casi 15 mil millones de dólares al año del presupuesto nacional?

Dramático. Sin métricas ni objetivos de mejora específicos, como lo que no se mide no se gestiona, se puede deducir que la calidad educativa se continuará trabajando a pulso, bajo el paradigma obsoleto de que cambiar la educación toma una generación.

Frente a este cambio de era, falta una mirada estratégica que intente descifrar dónde estarán las oportunidades y amenazas laborales del mañana, tomando en cuenta que en una década existirán tecnologías que aún no aparecen y profesiones y oficios que aún no conocemos. Hoy ya se dispone de suficiente evidencia que bajo un modelo híbrido y personalizado es posible mejorar sustancialmente la calidad educativa en dos o tres años. Habiendo gente muy competente en educación, cuesta creer que la inacción sea solo desconocimiento de lo que hoy es posible.

Es fundamental un cambio de modelo educativo que nos traiga un salto importante en calidad, cobertura e inclusión. Si queremos que a Chile le vaya bien en esta nueva era en que la automatización y la inteligencia artificial están eliminando puestos de trabajo; y en que el 50% de los trabajos serán a distancia, los chilenos, niños y jóvenes -y los millones de adultos que no han terminado su educación media-, requieren estar muy bien preparados. En todo trabajo remoto, las oportunidades laborales serán para las personas más calificadas, de cualquier país y con el salario más conveniente… nos guste o no.

¿Seguirá aguantando la escena social y política las mismas explicaciones de siempre, con esa actitud resignada de las autoridades frente al desastre de brechas de aprendizajes acumuladas?

Aquel candidato, sea del lado que sea que, en materia de educación, esté pensando en una política de Estado y tenga la voluntad de ejercer el liderazgo requerido para esta innovación necesaria, podrá responder de una forma creíble a los deseos de cualquier padre chileno, cuyo único sueño son más y mejores oportunidades para sus hijos, abriéndoles horizontes para que puedan desempeñarse adecuadamente en un mundo globalizado, mucho más competitivo y sin límites geográficos.

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