El árbol genealógico de la derrota de Jeannette Jara
La derrota es huérfana, pero la eventual caída de Jeannette Jara se parecerá a algunos definidos rostros.
Si es que la candidata pierde la elección, como van adelantando las encuestas, todos sus partidarios van a voltear el cuello y emanarán sesudos análisis sociológicos y de errores de campaña, pero cuyo real propósito será tapar el enorme forado ideológico, moral e intelectual del sector.
Entonces, todos en la izquierda -como se ha repetido en la última década- irán a lo suyo, a la espera de subirse en el siguiente carro andando que les devuelva alguna esperanza, a ver si la rueda de la fortuna los devuelve al poder y los cargos. ¿Gabriel Boric? ¿Tomás Vodanovic? Lo que venga, lo importante es pertenecer, no reflexionar.
Así, el desorden actual de la campaña de Jara es un síntoma de la descomposición que excede su persona. Por el contrario, ella contiene diversos atributos que bien macerados y decantados, podrían hacerla ver la luz de Palacio.
La lista de los enredos es larga y compleja: los candidatos a parlamentarios que no quieren sacarse foto con la abanderada (y que lo hacen público); la electoralización del aborto libre que solo tiene por fin robustecer posiciones internas en la lista oficialista; la composición de un comando en la que no hay figuras de peso, dada la preocupación del PS y el PPD de guardar algún liderazgo para los próximos años y, lo que se ve con claridad a propósito de la “internacionalización” de Michelle Bachelet.
A estos elementos aparentemente sin rostro -que podrían atribuirse a tiempos inciertos, propios del post estallido- hay que sumar otros protagonizados por aliados de peso y de claro conocimiento del impacto de sus acciones, cuyas voluntades parecen descuidar la opción de su abanderada, sin miramientos.
Se trata de Guido Girardi, quien pidió más señales hacia la centro-izquierda ante una supuesta migración de liderazgos hacia Evelyn Matthei, lo que lejos de orientar a Jara, la desperfila. Un acto que en apariencia busca votos, pero que es más bien una señalética de escape para aquellos que nunca tragaron un liderazgo comunista, de modo que puedan decir “este muerto no lo cargo yo”.
También es el caso de Carlos Montes, quien no trepidó en transformar los inveterados problemas de su cartera en un asunto de campaña. Es cierto que Jara ha procurado alejarse de la actual administración, en el entendido de que el olor oficialista no le reporta ni un nuevo solo voto, por lo que calificó de “inaceptable” la demora en la reconstrucción de Viña del Mar, pero la respuesta del titular de Vivienda no pudo ser peor: en vez de encapsular sus pasivos -entre los que se cuentan problemas financieros, el Caso Fundaciones, y diversos retrasos-, los puso en el centro de la campaña al acusar a cercanos de la candidata de ser parte del problema de la megatoma de San Antonio.
Por otro lado, el propio Presidente Gabriel Boric hizo algo más sutil, pero no menos dañino, cuando en la reciente cadena nacional increpó a José Antonio Kast, con lo que pareció iniciar su propia campaña para 2029, como queriendo revivir el ciclo Bachelet-Piñera-Bachelet, pero con su apellido y el del líder de los republicanos, a quien -dicho sea de paso- entregó el cartel de favorito para este 2025.
Por Cristóbal Osorio, profesor derecho constitucional, Universidad de Chile.
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