
El espejismo del salario mínimo

Por Rodrigo Montero, decano Facultad de Administración y Negocios, Universidad Autónoma
En primer lugar, fijemos un terreno común: todos esperamos un aumento significativo y sostenible en el tiempo de los salarios, en términos reales, de los trabajadores más vulnerables del país. Lo que debemos reflexionar y discutir es si la herramienta que se propone para alcanzar dicho objetivo es la más idónea. Para lograrlo usualmente se apela a los reajustes del salario mínimo.
En este contexto, me permito compartir algunas reflexiones respecto de este instrumento con el ánimo de aportar a la discusión. En primer lugar, y como se ha señalado en ocasiones anteriores, el salario mínimo no garantiza –necesariamente– un ingreso mínimo. Lo anterior se sustenta en la evidencia empírica que muestra que incrementos significativos en el salario mínimo provocan aumentos en la tasa de desempleo (o disminuciones en la tasa de empleo). Por lo demás, dado que las empresas son racionales, un encarecimiento de la mano de obra va a provocar una disminución de la demanda por trabajo de baja calificación –optarán por sustituirla por tecnología–, lo que va a perjudicar la creación de empleo en el futuro (es decir, hay efectos estáticos y dinámicos en el tiempo). Luego quienes logren conservar su empleo con posterioridad al incremento del salario mínimo y para quienes sus empleos no sean sustituidos por tecnología, sólo aquellos, experimentarán un aumento en su ingreso.
Otro elemento que se debe tener presente es que hoy existe una pequeña parte de la fuerza de trabajo que percibe el salario mínimo y, además, se trata de un segmento que presenta un alto dinamismo. En otras palabras, son personas que en general perciben solo por un tiempo limitado un salario mínimo, ya que luego logran conseguir empleos mejor remunerados. Y acá surge otro punto digno de reflexión, que tiene que ver con los esfuerzos y las políticas que se pueden impulsar para asegurar que lo anterior termine efectivamente ocurriendo. En efecto, necesitamos contar con una robusta política de capacitación laboral –nuestra gran asignatura pendiente–, que cree nuevas capacidades en los trabajadores, invirtiendo en capital humano, mejorando así los niveles de productividad laboral y, en consecuencia, los salarios. Por lo demás, políticas como ésta, que apuntan a la oferta, son las que en definitiva nos van a permitir apuntalar la tasa de crecimiento potencial de nuestra economía. Este es el medio más efectivo para generar aumentos significativos en los salarios reales de la economía. Todo esto exige de nosotros quitar el foco en las políticas de demanda, de gasto, para poder levantar la mirada y comenzar a dibujar aquellas políticas de oferta que nos permitan mejorar los ingresos y las condiciones de vida de los habitantes de nuestro país.
Pero ¿qué se hace mientras tanto? Apoyar decididamente a aquellas familias más vulnerables con subsidios monetarios focalizados.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.