El gobierno y las FF.AA. en la Araucanía

Fuerzas armadas en el marco del despliegue de militares a la región de la Araucanía tras entrar en vigencia estado de excepción, comuna de Talcahuano, Región del Biobío.
FOTO: OSCAR GUERRA / AGENCIAUNO
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El espíritu transformador del período que bien representa el Presidente Boric, no tiene certificado de garantía. Las insuficiencias políticas pueden estancar su promesa de cambio. Un anticipo temprano de ese riesgo son las confusiones políticas por la presencia de FF.AA. en la Araucanía.

Él y algunos de sus colaboradores, cuando eran diputados se negaron a aprobarle al Pdte. Piñera el uso del “Estado de Emergencia” que la Constitución deposita en las FF.AA. Prometieron no usar dicho recurso. Su vocera de gobierno decía “usen la inteligencia y no las armas”. Pero a tres meses de gobierno, evitando reconocer que tenían un error de apreciación de realidad, en el viejo estilo de la política, maniobraron inventando discursos que disfrazaran la presencia uniformada FF.AA. Ese acomodo del lenguaje es confusión política de gobernar. En los hecho se mostró cuando intentó sacar del sombrero acuerdos legislativos para que los militares resolvieran la violencia por su sola presencia. Anunció al parlamento un Estado de Emergencia “Intermedio” para resolver sus contradicciones de conducta imaginando una atenuación del uso de las FF.AA. Pero el lenguaje militar es claro, directo, de fácil comprensión, porque su funcionalidad es un potencial que pone en juego la vida por definición juramentada. Así, la propuesta de militares en acción “intermedia”, fracasó en menos de una semana por inútil. Quienes fuimos parlamentarios en materias de defensa, dijimos que carecía de convicción originaria de la autoridad política pues convocaba a los militares a cumplir las órdenes con espíritu contradictorio. No es que las FF.AA. no obedecerían, sino que el mando político las desorienta con un lenguaje de pretensiones conceptuales, pero pobre.

El gobierno retrocedió, a pesar de que se rindió ante la evidencia y aplicó la ley con la misma invocación constitucional negada al presidente Piñera, aunque siguió confundiendo su decisión al calificar la presencia militar, como “acotada”. Buscaba aparentar coincidencia con el lenguaje de diálogo de sus discursos electorales y su prometida negativa a usar las FF.AA. Un oportunismo desorientador, semánticamente ignorante porque como lo precisó el general a cargo de la operación militar, su marco lo acota la Ley. Buscaba aparentar coincidencia con el lenguaje de diálogo de sus discursos electorales y su prometida negativa a usar las FF.AA.

Los partidos de gobierno se dividieron públicamente, pero aprobaron. “Nos encantaría que esto no existiera, pero una vez que el conflicto está (Araucanía), la pregunta es cómo uno lo aborda”, dijo el Ministro de la Presidencia, justificándose.

Quizás el gobierno está entrampado por cierta inmadurez política y no por juventud. Por promesas de campaña hacia una realidad insuficientemente estudiada para cumplir las transformaciones que bien representa el presidente Boric y que la mayoría espera.

Eso es lo que está en riesgo de desanimar en la gran más ciudadana que no es activa políticamente, que puede ver que los anhelos de cambios que caracterizan este período los puede frustrar su propio alabardero.

Hay sobreactuación de frases ingeniosas. No entienden que sobrevalorar la capacidad de creación de realidades que tienen las palabras, no es la Política. Principios bien intencionados, novedosos, un poco de moda, anunciados repetidamente, tensados por conductas políticas del gobierno, muestran un esfuerzo por hacer calzar las ilusiones con la tarea de gobernar.

El ejemplo del caso, del muy necesario uso de la Fuerza Militar, demuestra el voluntarismo de cumplir ingenuamente el correcto compromiso de dialogar, con la legítima fuerza que el Estado democrático tiene. La buena idea de dialogar se ejercería bien con una política madura y no coqueteando con esfuerzos lingüísticos para acomodarse electoralmente a graves problemas de seguridad interior que aún no parecen evaluarse correctamente. El mismo ministro que defendía el alambicado sucedáneo militar, finalmente dijo que no se cerraba al mismo Estado de Emergencia que usó Piñera.

Quizás el gobierno está confundido respecto a la factibilidad de sus promesas y puede abortar el proceso de cambios hacia la involución conservadora.

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