El gremio de historiadores

Declaración de la Independencia de Chile
La primera firma de la Declaración de la Independencia de Chile. Diorama de Zerreitug expuesto en la Galería de la Historia de Concepción.


No son tiempos para la Historia. El año pasado, el Mineduc y el CNED eliminaron la asignatura en 3° y 4° medio (ni en dictadura ocurrió algo parecido). Días atrás, el Demre, la UCh y el Cruch anulan la prueba específica por filtración (¿intención de quién?), siendo 202 mil los estudiantes afectados. Y lo que es al jefe de la carrera en la U. Austral le importa un rábano que tamaño desaguisado se produjera. El muy suelto de cuerpo pavonea su incompetencia a través de redes sociales y ofrece un cupo en su carrera (sin tener que dar la PSU) nada menos que a un mocoso que lideró el boicot, hijo de historiador también de la UACh. ¿Es que quería que su especie se prolongara a cómo dar? Los historiadores son el gremio que más incendia las iras y rabias en las universidades chilenas desde hace décadas.

A ellos se debe la campaña de adoctrinamiento más exitosa llevada a cabo en instancias pedagógicas de este país (¡qué hubiese dado la dictadura para lograr algo así!). Campaña en que, paradójicamente, se repudia el pasado, se promueven actitudes irracionales, y se encauza a jóvenes fáciles de impresionar a adoptar lógicas de guerra porque, de lo contrario, no se puede cambiar la historia. Ello, bajo el supuesto falaz de que a la dominación solo cabe oponerle dominación, o violencia al menos, de signo contrario. Solo entonces, la historia o "memoria viva", lucha y avanza causas, no se estanca.

Digo gremio porque así se ven y, en consecuencia, actúan. Como cuerpo, colectivo, corporación, o secta, un tanto felinos (territoriales), dados a suponer que lo de ellos es la historia que vale (no otra); contumaces en no querer discutir porque pueden perder en ese plano; dogmáticos, y ni digamos lo adversos a toda expresión de individualidad discrepante que no se deja capitanear ni se presta para glorificar el oficio pastoril. En el fondo, activistas que creen que la historia es otro género más de "artes marciales" con que se tendrán que valer en las "plazas de dignidad" -esos peladeros o tierra baldía, luego que se arrasa con todo-, donde se verá quién es más fuerte.

Curioso "alcance de nombre" que se ha hecho ver en estos días entre el Archivo Central Andrés Bello (ACAB-UCh), la Escuela de Autodefensa ACAB que ha usado dependencias de la UCh y la sigla ACAB en inglés mundialmente conocida. Lo que es al Archivo, donde trabajan historiadores, bien vale pegarle una mirada. No tanto a las caracolas de Neruda -que comunistas lo son por genealogía y osmosis- sino sus exposiciones y guión dirigido: su sesgo. Como también el último número de Palabra Pública ("El Estallido") de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la UCh, donde algunos artículos promueven la insurgencia encapuchada.

No seamos ingenuos. La historia es territorio en disputa. Ellos mismos lo dicen.

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