El presidencialismo debe ser superado



Por Genaro Arriagada, cientista político

El parlamentarismo como el semipresidencialismo (PAR-SP) se basan en la unidad de los poderes Ejecutivo y Legislativo; el presidencialismo (PRE), en cambio, en una separación donde el Presidente detenta la función Ejecutiva, y el Congreso el Poder Legislativo. Si la fuerza política que elige al Presidente cuenta con la mayoría del Parlamento, lo que surge es un gobierno tan fuerte como el que existe en el PAR-SP. Pero eso es la excepción; normalmente lo que se tiene en el PRE es un Presidente de un color y un Parlamento controlado por la oposición, resultando gobiernos débiles, inestables en sus políticas y caracterizados por una guerrilla sin fin entre el Presidente y el Congreso. Es la experiencia de Chile: en 41 años de República presidencial (1932-1973), el país tuvo 40 ministros de Hacienda y 60 ministros del Interior y solo en tres años el Presidente contó con la mayoría del Parlamento. Piñera fue minoría en ambas cámaras y Boric lo será también.

Frente a esta realidad, la respuesta del PRE es su inflexibilidad. Tanto un Presidente desprestigiado, ineficiente, como un Congreso irresponsable, brutal en su oposición, deben permanecer hasta el último día de su período, no siendo posible censurarlos ni revocarlos. Hay que aguantar hasta que se cumpla el plazo, así el mundo se venga abajo. En cambio, en el PAR-SP, el jefe de gobierno, que es elegido por el Parlamento, puede ser removido por éste. Así, un buen gobernante puede durar en el poder diez o más años, como ocurrió con Thatcher, Merkel, Felipe González, Tony Blair. Pero, si el Parlamento considera que está frente a un mal gobierno, puede cesarlo en su cargo y nombrar a un nuevo equipo; sin traumas y sin la intervención de poderes fácticos sean los militares o “la calle”.  A su vez, si el Primer Ministro considera que la oposición es injusta y desleal, tiene el recurso de disolver el Parlamento y llamar a nuevas elecciones. El choque de poderes termina en que el soberano, el pueblo, decide quién predomina.

Esta flexibilidad le da una enorme ventaja al PAR-SP, como lo muestra el que entre 1946-2002 “las democracias PRE tuvieron una expectativa de vida de 24 años y las democracias PAR-SP de 58 años” y en el PRE la posibilidad de golpes militares ha sido más de dos veces superior a que ello ocurra en las democracias PAR-SP (Stepan y Skach).

Es cierto que PAR-SP no pueden funcionar con un multipartidismo extremo; pero ello es válido para todo sistema político y la solución está a la mano: basta disponer que el partido que no alcance el 5% de los votos no tendrá representación parlamentaria, para que los partidos en Chile disminuyan de 23 a seis o siete. No es cierto que en PAR-SP el pueblo no sepa por quién vota para jefe de Estado, pues ambos sistemas permiten la emergencia de líderes nacionales y la personalización de la política, haciendo que el elector, directa o indirectamente, indique su preferencia para Jefe de Estado.

El PAR-SP es una forma de gobierno más eficiente porque permite adoptar decisiones y reformas oportunas. En cambio, el PRE de minoría crea una parálisis entre un Ejecutivo impotente que no puede obtener las leyes que necesita y un Legislativo que tiende a la oposición desleal, bloqueando o postergando iniciativas. Este choque de poderes suele ser una política deliberada de quiénes están por mantener el statu quo, aunque el precio sea la crisis del sistema político.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.