Opinión

El rap: una lectura equivocada

A dos semanas y un debate de la elección presidencial, la derecha llega con tres cartas competitivas. Paradójicamente, la candidata más sólida, con experiencia y equipos, aparece en desventaja. Por el contrario, el volumen alto y la densidad magra parecen capitalizar. ¿Dónde falla el puente entre solidez programática y preferencia electoral? ¿Qué riesgos entraña diagnosticar mal el fenómeno y responder inadecuadamente? Esta semana hubo un ejemplo concreto: traducir un proyecto sólido en un rap que contradice el planteamiento base de la campaña y termina ofreciendo una versión ajena a su identidad: gestualidad prestada y guiños de parodia. En vez de firmeza, deja sensación de fragilidad y extravío; y, si la apuesta era “capturar jóvenes”, tampoco funciona: se siente impostado.

Trivializar en exceso vacía los proyectos. Cuando la conversación pública está en lógica de urgencia, en modo simplificación y en registro de inmediatez, el contenido debe dialogar con ese marco, ¡por supuesto!, pero esto nosignifica una licencia para privilegiar el golpe de efecto y sacrificar lo esencial por viralidad.

Acotar estos desajustes exige mirar los marcos mentales que están dando sentido a las propuestas electorales. Son los llamados heurísticos: reglas simples para decidir rápido cuando hay poco tiempo, urgencia o demasiada información. En este clima proliferan las asociaciones toscas y seductoras: hablar claro = honestidad; mano firme = resultados; outsider = cambio real. Útiles para orientarse, pero engañosas: confunden claridad retórica con factibilidad técnica, proyectan en el candidato las propias prioridades y llenan con deseos los vacíos. En suma, confunden la intención declarada con capacidad probada; malinterpretan el “querer” con “poder”.

En esta elección, y bajo esas claves, “acuerdos” remite a proceso: suena razonable y civilizado, pero lento. “Firmeza”, en cambio, remite a resultado y activa la idea de eficiencia: se percibe como acción concreta, efectiva y ágil. Con ese marco, e intentando abordarlo, el rap es una lectura equivocada: intenta “comprar” la promesa de resultado con ritmo y puesta en escena, pero no conversa con el heurístico dominante, sino que lo caricaturiza, lo parodia. Desalinea la identidad, debilita la promesa de eficacia y, en lugar de activar el marco “resuelve ya”, deja ver el vacío detrás de la performance.

El tramo final exige coherencia y una secuencia verificable. Matthei debe cuidarse, no solo por prudencia ante un resultado incierto que podría favorecerla, sino para resguardar su identidad —y la de su sector — para el día después, cualquiera sea el resultado. Cuidarla da sentido y rol a la centroderecha. Ceder para adaptarse al clima es el camino más corto a la irrelevancia, ya le ocurrió a la centroizquierda cuando desdibujó sus contornos. No se trata de ir contra la unidad —al contrario—, sino de construirla desde lo que uno es, marcando diferencias nítidas y aportando valor propio, no el que otros impongan. Eso supone, llegado el momento, hacer todos los análisis necesarios —políticos, programáticos y de gobernabilidad— para sostener esa identidad en la práctica. Renunciar a esto es pan para hoy y derrota para mañana; rebajar el proyecto, definitivamente, no paga.

Por María José Naudon, abogada.

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