Opinión

Empleo e inversión: las bases que definirán el próximo ciclo económico

Aton Chile DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

La próxima administración recibirá una economía que comienza a mostrar señales incipientes de recuperación, pero que arrastra desequilibrios persistentes en dos dimensiones decisivas para el bienestar y el crecimiento de largo plazo: el empleo y la inversión. Ambos frentes concentran las principales fragilidades del desempeño reciente y, al mismo tiempo, definirán si el país logra consolidar un nuevo ciclo o solo transitar por una mejora transitoria.

El mercado laboral es el primer foco crítico. El desempleo se ha mantenido por sobre el 8% durante 34 meses consecutivos, una anomalía histórica para la economía chilena. El desempleo femenino bordea el 9%, reflejando una inserción laboral más frágil, mientras la informalidad alcanza al 26,2% de la fuerza de trabajo, con cerca de 2,5 millones de personas fuera del empleo formal. Estas cifras no responden únicamente al ciclo económico, sino que revelan un deterioro estructural del funcionamiento del mercado laboral.

El aumento sostenido de los costos laborales ha sido un factor central en este proceso. En pocos años se han acumulado alzas significativas del salario mínimo, reducciones de jornada y nuevas exigencias regulatorias. El propio Banco Central, en su Informe de Política Monetaria (Ipom), ha advertido que este incremento de costos no ha sido neutral para el empleo, afectando especialmente a los sectores intensivos en mano de obra y a las empresas de menor tamaño. Cuando el costo de contratar crece más rápido que la productividad, el ajuste no ocurre por mejores salarios, sino por menos empleo formal o mayor informalidad.

La paradoja es evidente. Medidas pensadas para proteger a los trabajadores terminan debilitando el mercado laboral, reduciendo oportunidades y profundizando brechas, en particular para mujeres y jóvenes.

El segundo eje del próximo ciclo es la inversión. Tras dos años de caídas, la formación bruta de capital fijo comienza a mostrar señales de recuperación y el mercado anticipa un nuevo impulso liderado por el sector privado. No es un dato menor si se considera que, en la última década, la inversión creció en promedio menos de 1% anual, muy por debajo de los ritmos que permitieron a Chile expandirse con fuerza en el pasado.

El desafío no es simplemente capitalizar un rebote cíclico, sino transformar este repunte en un cambio de eje duradero. La inversión que eleva la productividad y genera empleo de calidad no se decide con horizontes de cuatro años, sino de una o dos décadas. Proyectos en minería, energía, infraestructura o logística requieren certezas regulatorias y reglas que sobrevivan a los ciclos políticos.

Empleo e inversión no avanzan por carriles separados, sino que se retroalimentan de manera permanente. Sin inversión no hay creación sostenida de empleo formal y, sin un mercado laboral dinámico y funcional, la inversión simplemente se retrae. Por eso, el éxito económico de la próxima administración no se jugará en la cifra de crecimiento de uno o dos años favorables, sino en su capacidad para corregir los desequilibrios de fondo y construir un marco que proyecte confianza en el tiempo. En economía, como en las obras que perduran, el verdadero valor no está en el impulso inicial, sino en la solidez de los cimientos sobre los que se decide edificar el futuro.

*El autor de la columna es economista

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