Enfrentar los desafíos de la automatización minera

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En estos días en que seguimos trabajando con fuerza en iniciativas concretas que nos permitan nuevamente poner de pie al país, como por ejemplo la reactivación de los proyectos mineros o una mayor entrega de recursos a los pequeños productores, no debemos perder de vista que la minería es nuestra principal actividad económica.

Como datos que grafican lo anterior, tenemos por ejemplo a una empresa del Estado como Codelco que entregó 52 mil millones de dólares netos al fisco y a las mineras privadas que aportaron 48 mil millones entre el 2006 y 2018. Esta contribución de la minería del cobre privada y estatal promedió en conjunto el 14% de los ingresos fiscales en dicho período.

La contribución de la minería a Chile no solo queda de manifiesto en los ingresos a las arcas fiscales del país, sino que también en iniciativas para combatir incendios forestales en las regiones del centro y sur o al restablecer rutas dañadas por las fuertes lluvias que afectaron a la zona norte a comienzos de este año por citar algunos ejemplos.

Al mismo tiempo, debemos considerar que esta actividad nunca le falla a Chile pues cumple un rol preponderante debido a su contribución al desarrollo económico y social. Cabe señalar que la pobreza en nuestro país ha disminuido de un 41% a un 8,6% en las últimas tres décadas y de ese esfuerzo la mitad corresponde a nuestra actividad.  

Paralelamente, el sector está enfrentando el desafío de adaptarse a la automatización con el fin de optimizar sus procesos y avanzar hacia una actividad más segura y con menor nivel de accidentabilidad.

Lo anterior, queda de manifiesto con la utilización de equipos remotos que se manejan desde kilómetros de distancia y camiones autónomos que operan a través de plataformas informáticas.

Frente a esta realidad, han surgido algunas voces que plantean las desventajas que trae consigo la automatización y un temor a la pérdida generalizada de empleos, por el contrario, también existen otras miradas que identifican aspectos favorables de este fenómeno. Uno de los que se ha referido al tema, es el Foro Económico Mundial que proyectó en un reciente informe, que se perderían 75 millones de empleos a nivel global para el 2022, pero al mismo tiempo plantea que la utilización de nuevas tecnologías generaría 133 millones de nuevos puestos de trabajo.

Frente a esta realidad como Gobierno advertimos tres escenarios. El primero implica no hacer nada, es decir, que los trabajadores no estén preparados y esperar a que lleguen los despidos. Segundo, oponerse a la industria 4.0 o cuarta revolución tecnológica. Y en tercer lugar, adelantarnos -como lo estamos haciendo- y contactarnos con el mundo de los trabajadores, la industria y la educación para que juntos determinemos con anticipación qué tipo de capital humano necesitaremos para la minería del futuro.

Esto último con el objetivo de ofrecer a esos trabajadores que sean empleables y no terminen despedidos como podría ocurrir. En esta línea, estamos desarrollando una hoja de ruta que considere la capacitación y formación continua de ellos como pilares de una adecuada adaptación a la automatización.

Para el Gobierno, es de vital importancia que tanto el sector privado como las universidades, interactúen entre sí en materia de automatización de la misma manera como lo han hecho algunos países desarrollados que trabajan de forma colaborativa en investigación.

En definitiva, para avanzar hacia una adecuada incorporación de la automatización en la minería, es clave que sigamos trabajando con voluntad y diálogo siempre buscando el respeto y entendimiento entre todos.

No debemos olvidar que cuando nos hemos unido, siempre demostramos que podemos alcanzar importantes logros, por lo tanto, es tarea de todos seguir haciendo de nuestra minería una actividad mucho más productiva pero también más respetuosa del medioambiente y sobre todo, más segura para sus trabajadores.

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