Fascismo con mascarilla

Debemos canalizar nuestras denuncias por los procedimientos y vías que existen, sin hacer justicia por mano propia ni menos imponer nuestras ideologías mediante el escarnio público.



“Irresponsable”, “asesino”, “criminal”, gritaba el hombre de la mascarilla mientras sostenía su celular para grabar al infractor de la ordenanza municipal por andar sin protección facial. No era primera vez que el justiciero civil hacía de las suyas. En sus redes sociales se multiplican fotos de autos mal estacionados, videos de gente poniéndose de pie antes de que el avión esté detenido o papparazeos a los que incumplen con la ley del tabaco. Para el activista de los derechos humanos, el sapeo y la denuncia pública no es algo excepcional: es un oficio y lo ejerce con orgullo.

Pero detrás de esa mascarilla, que escondía una burla socarrona, hay un comportamiento peor que el que se trata de corregir y que es una de las graves amenazas que inquieta a nuestra sociedad: los rasgos de fascismo.

Partamos por lo básico: no tengo helicóptero ni he arrendado alguno; llevo un mes en cuarentena voluntaria y no me fui a la playa para el fin de semana largo; las pocas veces que he salido, lo hago con mascarilla para cuidarme y cuidar a otros de la expansión del coronavirus. De la misma forma, creo que todos los que andan en helicóptero sin justificación, los miles que salieron de Santiago hace una semana para estirar las piernas y los millones que salen a la calle sin su mascarilla puesta, son inconscientes e irresponsables.

A todos los que infringen hay que juzgarlos y sancionarlos con el mayor rigor de la ley, multarlos hasta que les dé hipo y, ojalá, establecer una norma que los deje sin preferencia a la hora de ocupar un ventilador si es que se da el escenario de que nos enfermemos todos. La falta de conciencia y de empatía por el otro es algo que debemos sancionar con fuerza en esta época de incertidumbre y angustia.

Pero jamás voy a usar mi celular para funarlos en video para hacerlos famosos, ni a emplazarlos en la vía pública para dejarlos en ridículo frente a otras personas. Porque respeto el funcionamiento de la autoridad legítima y creo que todos los ciudadanos que valoramos una democracia en libertad, debemos canalizar nuestras denuncias por los procedimientos y vías que existen, sin hacer justicia por mano propia ni menos imponer nuestras ideologías mediante el escarnio público.

Los fascistas son autoritarios y totalitaristas. Rechazan la libertad individual y buscan cualquier argumento para dividir a la población entre ellos (los que cumplen con el mandato legal que les conviene) y los otros (los que quebrantan el orden que ellos han escogido defender). Ellos buscan que su modelo de sociedad se imponga a como dé lugar y quieren que el Estado lo controle todo sin limitación alguna, utilizando los medios de comunicación para divulgar y promover sus premisas.

Precisamente, la ideología de este activista que solapadamente usaba el argumento sanitario para fomentar la lucha de clases, el odio y la persecución de las personas, es una especie de fascismo, porque se esconde tras el argumento de la norma administrativa y el sentido de autoridad para imponerle a otros un determinado comportamiento que se aleja de lo que él cree y aspira como comportamiento social.

¿Por qué no hay videos del mismo activista denunciando a los delincuentes que viernes a viernes se tomaban la Plaza Italia y destruían todo a su paso? ¿Por qué no hay mensajes de condena a los encapuchados, a la primera línea y a todos los que quebrantaron las normas y desafiaron a la autoridad en los últimos meses? Simple, porque el llamado estallido social sí se acomodaba a su ideología y a su línea de pensamiento oficial y, seguramente para él, Carabineros y las Fuerzas Armadas -que en esa época hacían cumplir la ley- no estaban legitimados porque no se avenían con su particular ideología.

En estos días no es raro ver en las redes sociales a personas que disfrutaron con el video de la funa, que hace unos meses repetían el himno de “el que no salta es paco”, pero que ahora los buscan en todas partes para que hagan cumplir con la ley. Todo, con ciertos rasgos fascistas.

En tiempos anormales como los que vivimos, es donde más aprendemos cómo somos nosotros y cómo son los otros. Nuestras prioridades y rutinas son absolutamente trastocadas y la naturaleza interior de los seres humanos puede llegar a expresarse en plenitud. Use este tiempo para la profunda reflexión interna y para acallar esos rasgos fascistas que podrían estar quedando en evidencia. Hágalo por usted, y principalmente, por todos nosotros.

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