La derecha socialdemócrata



Las declaraciones del alcalde Joaquín Lavín -en las que se autoubicaba en el espectro ideológico como “socialdemócrata”-, han tenido repercusiones sonoras en el debate político y disonancias cognitivas entre las élites. ¿Cómo así, un ex candidato presidencial y presidenciable de la derecha tradicional ensaya un “giro ideológico” hacia el espacio que históricamente ha correspondido a sus rivales políticos? ¿Se trata de una anticipada triquiñuela electorera o de la aceptación pública de una derrota programática?

Para empezar, pongamos las afirmaciones en contexto. Desde hace más de una década la derecha chilena ha ido moderando posiciones, hasta incluir en sus discursos de campaña reivindicaciones ajenas a sus paradigmas. Estudios académicos han demostrado que desde 1989 han ido aumentando las referencias a “mayor regulación del mercado” y a “expansión del Estado de bienestar” entre sus manifiestos electorales. Así que -independientemente de que la izquierda también ha cursado el camino de la morigeración centrista- las declaraciones de Lavín solo consagran una tendencia ya registrada.

El ensayo del “giro ideológico” de una figura de la UDI como Lavín (encabeza las preferencias electorales) tiene consecuencias dentro de su campo político. Por un lado, azuza la competencia, pues brinda a algunos una (nueva) oportunidad de ocupar el espacio tradicional soslayado (Evelyn Matthei) y a otros, desde la derecha extrema (José A. Kast), intentar atraer a un electorado de derecha indeciso. Pero, sobre todo, perjudica la identidad política de la derecha porque, en su intento de reinventarse un perfil nítido para el Chile posestallido, la desenfoca, reclamándose portadores de una agenda que pocos reconocerán como auténtica.

El problema de los partidos chilenos es que han difuminado sus identidades políticas. Son espectros que no encarnan grupos de sociales concretos. En vano creen sus dirigentes que la respuesta estriba en ensayar movidas en el continuo ideológico para sintonizar con el elector medio. Cuando se trata, en cambio, de forjar correspondencias sociológicas con el país. Me explico: la derecha puede bien representar a los “ganadores del modelo” o intentar el acechamiento clientelista de los sectores populares, porque ambas estrategias corresponden a su ubicación en el imaginario social (las élites del sector oriente de Santiago siendo “responsables” con el manejo de la economía y con su moral). Pero, el conato de una derecha “socialdemócrata” no tiene asidero identitario, pues no guarda referencia con el reclamo de los “perdedores del modelo”, del cual renegó o estigmatizó, hasta que tuvo que reconocerlo como legítimo.

Un estallido social no convierte a un defensor del modelo “con tacto social” en “socialdemócrata”. No es tan sencillo. La identidad de la socialdemocracia chilena -clases progresistas educadas que demandan redistribución como derecho- no conecta con el elitismo social de la derecha -ni tampoco con el de la centroizquierda, que prefirió tecnocratizarse-. Hoy por hoy, la socialdemocracia en Chile es una ilusión.

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