La difícil tarea de gobernar en el mundo de hoy



Por Boris Yopo, sociólogo, analista Internacional y exembajador

La labor de conducir un país se ha hecho cada vez más compleja en este mundo globalizado del siglo 21. Hoy la popularidad de la mayoría de los gobiernos es efímera, y a veces basta un hecho puntual para “gatillar” expresiones masivas de descontento en diversas partes del mundo (el alza en precios de pasajes o alimentos, por ejemplo). Lo cierto es que hoy una buena parte de la ciudadanía no está dispuesta en muchos países, a renovar constantemente la adhesión a fuerzas gobernantes, cuando estas no son capaces de cumplir ciertos compromisos básicos que motivaron esa adhesión inicial, o también cuando se instala una percepción de que los ajustes y beneficios continúan distribuidos de una manera tan desigual, que los perjudicados son siempre las clases medias y los sectores más pobres en una sociedad.

No es casual entonces, que se haya generado un sentimiento anti élite a lo largo del mundo, intensificado además por la precarización en las condiciones de vida que se observa en muchos lugares, lo que hace que hoy no existan lealtades permanentes en buena parte de los electorados, y así tanto coaliciones de izquierda como de derecha, o gobiernan con bajos índices de aprobación, o son desplazadas del poder, como lo hemos visto en tantos casos recientes. Pero además, el uso masivo de las redes sociales permiten hoy “develar” situaciones que ya no son aceptables para el grueso de las sociedades , mientras las redes alternativas posibilitan rápidas “auto-convocatorias” para manifestarse frente a casos considerados escandalosos.

Por otra parte, estas redes usadas masivamente, permiten también difundir informaciones distorsionadas o noticias falsas, que polarizan más a las sociedades, y dificultan un diálogo racional sobre hechos fundamentales en un país. En Estados Unidos, por ejemplo, a pesar de no haber ninguna evidencia, todavía un 35%-40% de la población sigue creyendo que al Presidente Trump le robaron la elección. Y lo grave, es que algunas grandes cadenas de TV o medios se prestan a veces, para amplificar estos mensajes falsos. Pero en definitiva, más que giros ideológicos, lo que hoy existe son sociedades mucho más influenciables por las redes, hay menos tolerancia a los compromisos incumplidos, a los acomodos espúreos, y sobre todo está el temor a retroceder en las condiciones de vida alcanzadas después del período de mayor crecimiento de las economías que se dio en los años noventa, y hasta la crisis subprime del 2008-2009.

Agregar además a todo lo anterior el crecimiento de conflictos motivados por posturas identitarias, y el rechazo a migrantes pobres que se ve hoy en muchos lugares. Lo cierto es que volvemos a vivir en una Era de alta incertidumbre (o sociedad del riesgo, como la llamó el sociólogo, Ulrich Beck) y reducir esta incertidumbre es lo que le piden los electorados a sus gobiernos, tarea nada fácil considerando que hoy muchos fenómenos que impactan de lleno a las sociedades, están determinados en buena medida por fenómenos globales frente a los cuáles los gobiernos tienen una margen limitado de acción para enfrentar, al menos en el corto plazo. Y esta incertidumbre y malestar ciudadano es aprovechado además, por grupos con ideas extremas, que ahora pueden amplificar sus mensajes a través de las diversas redes a las que acceden.

Por otra parte, la polarización de las sociedades, incentivada hasta el extremo por este uso masivo y destructivo de las redes, hace más difícil también los acuerdos políticos de largo plazo, que son indispensables para el éxito de los países. El gran secreto de las naciones nórdicas de Europa por ejemplo, fue que todos los sectores aceptaron y concordaron los parámetros básicos del modelo de sociedad que iban a tener. Y esto casi no se ve en ninguna otra parte hoy. En Estados Unidos, demócratas y republicanos por ejemplo, ahora discrepan en casi todo, tienen un rivalidad tipo “suma 0″, y lejos están los tiempos donde mantenían una amistad cívica, y cooperación en diversas materias. Mientras en muchas partes se ve a políticos que se suman a causas a veces irracionales, o prometiendo cosas que saben no podrán cumplir, con tal de mantener la adhesión de sus electorados.

Muy difícil gobernar (democráticamente) en el mundo actual entonces, y no hay recetas fáciles para conseguirlo. Cumplir los compromisos básicos, mantener bien alineada a la propia coalición gobernante, mostrar convicción y proactividad en la gestión cotidiana, mantener siempre canales abiertos con adversarios políticos que son más razonables, y tener efectividad para instalar los mensajes que interesan en los medios y redes, son por cierto todos requisitos esenciales para mantener esa popularidad hoy tan esquiva para la mayoría de los gobiernos. Pero fácil de decir, y más difícil será siempre lograrlo.

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