Opinión

La “jaraneta” y sus lomos de toro

02/07/2025 - JEANNETTE JARA Y JAIME MULET - Foto - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

En apenas un par de días, Jeannette Jara logró lo que la izquierda tanto había buscado: una candidatura capaz de insuflar energía a las huestes oficialistas, ordenar a los partidos y a los candidatos al Congreso y alejar el fantasma de una segunda vuelta entre dos derechas.

En una frase: evitar el naufragio.

El oficialismo vivió un creciente estado de desesperación, a medida que las cartas capaces de asegurar ese piso mínimo (Michelle Bachelet, Camila Vallejo, Tomás Vodanovic) se bajaban de la carrera. Pero lo que la entronización de algún salvador no habría logrado, lo pudo la primaria. Jeannette Jara, con un conocimiento modesto en la ciudadanía y fuertes resistencias dentro de su propio partido, aprovechó una campaña relámpago para tomar por asalto la elección y ocupar el primer lugar de las preferencias presidenciales.

Todos se subieron de inmediato a la “jaraneta”. Las semanas previas habían estado marcadas por morosas especulaciones sobre cómo la centroizquierda se negaría en redondo a votar por una candidata comunista. Pamplinas. Jara ya tiene en el bolsillo a Socialismo Democrático, e incluso en los escombros de lo que alguna vez fue la Democracia Cristiana su nombre gana tracción.

Es la lógica brutal de la política. Claro, los pensadores que pueblan las columnas de opinión y cartas al director pueden seguir proclamando la inminente irrupción de una fuerza de centro. Lo vienen haciendo desde 2017, cuando la DC levantó a Carolina Goic. En 2021, cuando Briones, Sichel, Provoste, Narváez y Maldonado se disputaron esa supuestamente ancha franja. En 2024, cuando el pacto de Amarillos y Demócratas, pese a su enorme presencia en los medios, sacó la espectacular cifra de cero alcaldes a nivel nacional. O ahora, con la fallida campaña de Carolina Tohá.

Pero los parlamentarios y candidatos no viven de tales ensoñaciones. Ellos tienen una urgencia muy real: llegar a agosto dentro de una lista encabezada por una candidatura presidencial viable. Eso hoy lo asegura Jara, y nadie más que Jara. Por eso, mientras la institucionalidad DC (a estas alturas, poco más que un timbre y una sede) sigue perdida en debates bizantinos sobre la incompatibilidad del marxismo con el humanismo cristiano, los líderes reales del partido, los que tienen votos que cuidar y calle a la que representar, entienden que los otomanos ya están invadiendo la ciudad, y que toca hacer de tripas corazón y aferrarse a la única tabla que les queda.

De paso, se demuestra una vez más el buen negocio que es ir a primarias. Permite capturar la atención, con franja gratuita, debates y presencia continua en los medios. Legitima al ganador con el halo de la voluntad popular, y le regala un hito triunfal como comienzo de su campaña. Logra unidad inmediata en torno a ese nombre. Todo eso, incluso con una participación modesta como la del domingo pasado, de menos del 10% del padrón electoral.

Es cosa de pensar en qué zapato chino estaría el oficialismo si no hubiera ido a primarias, negociando a quién subir y a quién bajar. Y qué sería de la candidatura de Matthei si hace una semana hubiera ganado una primaria de ChileVamos, probablemente con más votos que Jara y con la carta de la legitimación popular para enrostrarle a Kast.

Estaríamos en otro mundo. Pero la vida es como es, Matthei cometió el error de su vida, y le está regalando una elección que no tenía cómo perder a Kast, que no tenía cómo ganarla.

Ese es el panorama con que arranca la carrera presidencial. Porque, no lo olvidemos, la derecha sigue siendo enorme favorita. Kast es ahora el líder, y Matthei ocupa el puesto de la desafiante que debe desbancarlo.

La “jaraneta” por ahora es un vehículo ideal para salvar los muebles, rescatar la lista parlamentaria y evitar el naufragio, pero no para llegar a La Moneda.

Los lomos de toro que tiene que superar aún son demasiados, y no hablo del anticomunismo.

Es que, con o sin Jara, el eje de esta elección sigue siendo el mismo: oficialismo versus oposición. Y en ese eje, sin duda gana la oposición, como ya ocurrió en el plebiscito de 2022, la elección de consejeros en 2023, y la de alcaldes de 2024. El cariñoso abrazo entre Jara y Boric esta semana fue el primero y debe ser el último de su campaña. Si quiere intentar en serio ganar, debe escapar de ese abrazo del oso y buscar nuevas narrativas.

A Jeannette Jara no le alcanza con unificar al 38% del Apruebo, ni al oficialismo, ni al progresismo, ni al izquierdismo, ni al boricismo. Necesita romper esos techos.

Los ejes temáticos también juegan a favor de la derecha, que es mejor evaluada en el asunto fundamental de esta elección: la seguridad.

Si en diciembre votamos un plebiscito sobre el gobierno, sobre Boric, o sobre el manejo de la delincuencia, gana la derecha, sea con Kast o con Matthei.

Jara necesita girar el eje de esta elección hacia una dicotomía diferente, vinculada a personalidades, historias de vida, cercanías e identificación.

Es un albur improbable, pero Jara, a diferencia de Tohá o de Winter, al menos puede intentarlo. Su figura es lo suficientemente distinta a Matthei o Kast como para tener una chance de lograrlo.

Tiene la ventaja -de nuevo, gracias a la primaria- de presentarse ante el gran público en un momento triunfal. Y está dibujando una apelación a la chilenidad popular, a la experiencia de vida de los sectores urbanos, a la reivindicación del ciudadano común ante quienes nacieron predestinados a ser parte de la élite, y han vivido por décadas en la cúpula de la política.

Su historia de vida, de la población El Cortijo y el liceo a la Universidad Central y la USACH, es un tributo a la meritocracia de la nueva clase media chilena, en que la hija de un mecánico y una dueña de casa puede llegar a ser ministra, negociar con el gran empresariado para lograr una reforma de pensiones, y soñar con La Moneda.

Es una historia de vida que, paradojalmente, muchos chilenos vivieron gracias a la Concertación y las políticas públicas de los 30 años, que combatieron la pobreza y abrieron el mundo de la educación superior a primeras generaciones de profesionales.

El destino se escribe en renglones torcidos. Por su estilo dialogante, su disposición a negociar con el poder económico, y su historia de vida afincada en el ascenso social de la nueva clase media en la década del noventa, tal vez la comunista Jeannette Jara sea la mejor candidata que la Concertación pudo haber soñado.

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