¿La misma historia?

Cuarentena en 38 comunas de la RM


Por Rolf Lüders, economista

Es imposible negar el progreso de Chile en las últimas décadas. Aumentaron significativamente las libertades individuales y hubo un gran crecimiento económico, una notoria reducción de la pobreza, y -más recientemente- una disminución relevante en los índices de desigualdad. Pero aún distamos de ser un país desarrollado y el mencionado progreso se ha reducido últimamente en forma progresiva y preocupante. Esto último contribuyó a generar una creciente brecha entre expectativas y realidad, que es probablemente el factor clave para explicar las manifestaciones sociales pacíficas de octubre de 2019.

Pues bien, a mediados del siglo XX Chile estaba creciendo a una tasa históricamente satisfactoria, pero menor que, por ejemplo, a la de los EE.UU. Los intelectuales de la época intentaron encontrarle una explicación a ese fenómeno. Entre otros, Aníbal Pinto Santa Cruz publicó un influyente libro (Chile: Un Caso de Desarrollo Frustrado, 1959), que concluyó con que el desarrollo chileno fue agudizando progresivamente la contradicción entre su lento avance económico y su pronunciado progreso en el campo político y de relaciones sociales. ¿Alguna semejanza con la actual situación? Aníbal Pinto sugirió entonces que si no se tomaban las medidas necesarias para acelerar la tasa de crecimiento económico y distribuir sus frutos equitativamente, se produciría un grave quiebre político, como efectivamente sucedió en 1973.

Pareciera que en la actualidad no hay en general en Chile conciencia de la gravedad de la crisis económico-social que estamos viviendo, y mucho menos de lo que ella implica para el futuro. La caída en un 6 por ciento de nuestro PIB el año recién pasado, además de la pérdida neta de más de un millón de empleos y la disminución de más de un 15 por ciento en los valores de nuestras bolsas, ha sido contrarrestada -en términos de generadores de expectativas sobre ingresos futuros- por el aumento coyuntural de los recursos disponibles para las familias. Estos últimos se produjeron principalmente por las transferencias oficiales (focalizadas en el quintil de ingresos más bajos) y por los retiros masivos de fondos en las AFP. De hecho, los ingresos de las familias excedieron en el año pasado a aquellos de 2019 en casi un 18 por ciento, haciéndolo en más de un 42 por ciento en el quintil de ingresos más bajos.

Mark Twain decía que la historia no se repite, pero rima. Por eso, a la luz de nuestra historia, puede ser conveniente empezar a diseñar, debatir y tomar todas aquellas medidas económicas y sociales necesarias para evitar caer en la trampa de los países de ingreso medio. Pero, al mismo tiempo, hay que controlar las expectativas de desarrollo -que en Chile parecieran ser en demasía optimistas- de modo de acercarlas al máximo a lo posible.

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