La otra Michelle

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Se dijo que Michelle Bachelet fue electa dos veces Presidente de la República por ser simpática, acogedora y cálida. Sin embargo, hoy podemos constatar que existe otra Michelle, que contradice esa imagen: la que poco le importa la institucionalidad democrática y la opinión pública.

Los Presidentes pueden impulsar la sustitución de la Constitución, pero respetando la institucionalidad. Michelle Bachelet persiguió hacerlo, pero recurrió a un mecanismo -los "cabildos"- por completo ajeno a la institucionalidad, que tenía el evidente fin de presionar a las cámaras legislativas para que acogieran sin chistar su propuesta e inhabilitarlas de facto como sede del debate democrático al respecto. Fiel a la incapacidad de su gobierno, nunca fijó un camino nítido ni presentó oportunamente una propuesta concreta. Faltando un par de días para concluir su mandato, presentó al Congreso un proyecto de nueva Constitución, que no tiene posibilidades de ser tramitado dentro del mismo. Lo hizo no para cumplir o dejar un "legado", sino para crear un ambiente que obligue a su sucesor a tramitarlo, lo que no está en su plan de gobierno. Aunque su coalición -y ella misma- hayan sido ampliamente derrotadas en las urnas y que la ciudadanía haya votado por un camino distinto. En suma, una obcecación que está más allá de la decisión soberana del pueblo.

Pero lo que destacó fue su desaprensión por la opinión pública. Ya desde el final de su primer gobierno estaba claro el malestar que los abusos de poder producían en la ciudadanía. Impermeable a este sentir, designó a su hijo en un puesto en La Moneda. Y a pesar del impacto del caso "Caval", a pocos días de terminar su gobierno ha designado al fiscal que investigó este caso y no formalizó a su hijo, en un rentable puesto notarial. Porque eso es lo que todos ven. Los involucrados dirán que hubo una terna emanada de Poder Judicial y que quien resolvió fue el ministro de Justicia, pero una nota de este diario consignó que éste se habría quejado con sus asesores que por "instrucciones superiores" tuvo que retirar de Contraloría y rehacer el decreto que nombraba a otro postulante. Y los ministros tienen un solo superior: el Presidente. En cualquier caso, se trata de una designación que resulta impresentable ante la opinión pública.

Asimismo, nombró a cargo del Sename a la fiscal que investigó el caso "Tsunami" y en el que se formalizó a varias autoridades que actuaron o estaban en la Onemi ese día, salvo a la Presidenta. Tampoco se puede olvidar cuando la renunciada ministra de Justicia, responsable política de lo sucedido en el Sename y cercana a la Presidenta, fue premiada con un puesto casi vitalicio en el CDE. Designaciones voluntaristas que carecen de presentación. Queda claro que Michelle Bachelet ejerció el poder con desaprensión por las instituciones y la opinión pública, creyendo que podía hacer lo que "le piace". Una forma muy poco empática de gobernar.

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