Opinión

La política y los matinales

Todas las mañanas, de lunes a viernes, comienza la transmisión de los matinales de la TV abierta. En más de cuatro horas se conversan temas que marcan las discusiones familiares. Se habla de actualidad nacional, internacional, lo que publica la prensa escrita, salud, temas del espectáculo, deportes, problemas entre ciudadanos, recetas de cocina, algo de cine, panoramas en la playa o el campo, denuncias y un largo etcétera. Cada canal tiene sus propias mediciones y perfiles de audiencia que guardan bajo siete llaves: saben quién los ve, en qué lugares, qué temas los motivan. No vale lo mismo salir en un matinal que en otro. Según el Anuario Estadístico de Oferta y Consumo de TV que hace el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) de 2018, los matinales están entre los tres tipos de programas que más vemos: primero los informativos (25%), luego los misceláneos (aquí están los matinales, 22,5%) y telenovelas (21%). La mitad de las personas en el país ven televisión abierta y el 32% ve la televisión de pago.

Es evidente por qué los matinales son un espacio atractivo para los políticos: ven ahí a una audiencia cautiva, con características claras (más mujeres que hombres, personas más adultas, concentradas en grupos socioeconómicos de ingresos medios o bajos); si a eso le sumamos la comparación con la audiencia que tienen los programas políticos, que con dificultad llegan al 6% en mediciones de rating, la explicación es evidente. Sin embargo, se equivocan quienes caricaturizan a este público como las "dueñas de casa" pues es mucho más diverso de lo que imaginan: los televisores están encendidos en todas partes: en las casas, en los hospitales, en las salas de espera de las oficinas que atienden público, en las clínicas, en las estaciones del Metro y aeropuertos. Hay ahí personas que buscan información y comprensión de las cosas.

Así fue que hace muchos años la clase política tomó, tímidamente primero, la decisión de habitar los matinales para que la política fuera "cercana", hablando de cosas verdaderamente importantes para los ciudadanos. Pero, ¿desde cuándo la política y las personas son cosas distintas? ¿No es acaso el propósito de la política comprender las necesidades, los problemas de la ciudadanía y trabajar para que su vida sea cada vez un poco mejor? ¿Por qué el lenguaje de la política se transformó en una manera de hablar inintelegible y que solo comprenden los iguales? ¿Es ese lenguaje el que habita los salones del Congreso, o de La Moneda, en vez de uno directo y claro con respecto a las necesidades que tenemos todos y todas?

Cuando alguien va a un matinal se supone debiera hacer el ejercicio del "hablar veraz", el esfuerzo de decir las cosas como son, de manera franca, con sus dificultades, reconocer los aciertos de los adversarios, aceptar los errores, pedir disculpas. A mí me gusta que la política llegue a los matinales, siempre y cuando las y los dirigentes no modifiquen lo que piensan para tener más rating y luego vuelvan a la jerga de la política cerrada, inaudible, acomodaticia.

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