Opinión

Las moscas

Las moscas ALONSO SALVO/ATON CHILE

Por años se presentaron como una nueva generación; jóvenes, impolutos, moralmente superiores. Venían a barrer con las malas prácticas, a refundar la política desde la ética y la transparencia, a erradicar la corrupción que -según su relato- era patrimonio exclusivo de los gobiernos de derecha y de la vieja Concertación. Hoy, con cada nuevo antecedente del caso Convenios y del escándalo de ProCultura, ese relato no solo se derrumba, sino que revela su peor rostro: el de la hipocresía institucionalizada.

Lo que ha quedado expuesto en diversas conversaciones obtenidas pacientemente por el Ministerio Público, previa autorización judicial, no es solo un mecanismo o modus operandi ilegal para financiar actividades políticas, sino algo aún más corrosivo: el uso del Estado como botín. Las fundaciones devenidas en agencias de traspasos millonarios, los círculos cercanos que se reparten cargos, recursos y favores, y una red de operadores que no se diferencia en nada -y en algunos casos supera- a los que antes se criticaba con furia casi religiosa. Así son las palabras del imputado Alberto Larraín en un grupo de WhatsApp integrado por el diputado del Frente Amplio Diego Ibáñez y el actual subsecretario de Interior: “Nosotros seguimos construyendo nuestro reino. Los recibiremos cuando los exilien”, revela cómo planificadamente acometieron la tarea de forjar un modelo de fundaciones espurias, receptoras de recursos públicos, replicando la experiencia de Podemos en España, sugerida por Íñigo Errejón. Verdaderos refugios destinados a sostener económicamente a dirigentes y militantes del Frente Amplio una vez dejaran el gobierno.

Por lo mismo, la decepción no es solo ética, es también simbólica. Esta generación política se construyó sobre una falsa y jactanciosa superioridad moral. Desde ahí pontificaron, juzgaron, cancelaron. Pero cuando les llegó el turno de gobernar, refinaron y superaron viejas prácticas corruptas, y las expandieron con una voracidad sorprendente. En contraste con su mediocridad e incompetencia para gobernar, demostraron una habilidad única para defraudar. Los casos Democracia Viva, la fallida venta de la casa de Salvador Allende, el caso Sierra Bella, y ahora el caso Procultura, entre otros, adornaran por mucho tiempo el panteón nacional de la corrupción.

Se puede cambiar el discurso, se puede renovar el marketing político, se puede enarbolar la bandera de la moral pública, pero si no se cambia la relación con el poder y el Estado, solo estamos ante una performance vacía.

Tal vez Antonio Machado lo intuyó mejor que nadie cuando escribió su poema Las moscas:

“¡Oh, viejas moscas voraces / como abejas en abril, / viejas moscas pertinaces / sobre mi calva infantil!”, verso en que se cuela esa persistencia mugrienta de lo corrupto, de lo parasitario, de lo que nunca se va. Todo lo que hoy vemos reflejado en el Frente Amplio y en sus cuestionados dirigentes.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Fac. de Derecho, Universidad de Chile

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