“Las uvas de la ira”

Manifestación pacífica en Plaza Italia


SEÑOR DIRECTOR

En su columna “Las uvas de la ira”, Daniel Matamala realiza un interesante ejercicio para demostrar que en la actual coyuntura Chile no estaría condenado al fracaso que los “agoreros del desastre” -así los llama- estarían anticipando. Repasa situaciones críticas por las que pasaron Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Suecia, de las que salieron bien parados, para preguntarse si acaso nuestro país no podría seguir ese camino.

En la breve lista de los casos virtuosos que nos recordó, hay uno que no debió soslayar: el término de la dictadura y la recuperación de la democracia en Chile hace tres décadas. Fue un caso paradigmático de un país que en los ochenta parecía destinado a la “vendimia de las uvas de la ira”, pero que salió airoso de esa encrucijada histórica para emprender dos de las mejores décadas de su historia, poniéndose a la cabeza de América Latina en materia económica y social. Los millones de chilenos que salieron de la pobreza en esos años podrían atestiguarlo.

Resulta sintomático que el columnista haya pasado por alto nuestra propia experiencia vital. Por cierto, no está solo en su omisión. Quizás considere que nuestro caso no está al mismo nivel de los que refirió, todos de países que han alcanzado el pleno desarrollo por la vía de un crecimiento económico sostenido por tiempos prolongados de su historia. Y es cierto: no hemos alcanzado el desarrollo.

La ola de “pesado fatalismo”, que no solo recorre a la élite sino que también a los grupos medios como lo muestran los estudios de opinión, se relaciona con la distancia creciente que hemos puesto con la ambiciosa meta de ser desarrollados. Sin un consenso político en torno a la estrategia de crecimiento económico que los países mencionados siguieron sin excepción, no hay que ser especialmente pesimista ni un agorero del desastre para sentir una genuina preocupación por el futuro de Chile.

Claudio Hohmann

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