Lecciones del terremoto de 1960



Por Ricardo Toro, director nacional de la Onemi, Patricio Carrasco, contraalmirante director Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada, y Sergio Barrientos, director Centro Sismológico Nacional

Este 22 de mayo se cumplen 60 años de la ocurrencia del terremoto de mayor tamaño acontecido en el mundo, desde que existe registro instrumental. El 9,5 de 1960 ocasionó más de 2.000 víctimas fatales y pérdidas económicas entre el 14% y 19% del PIB. Solo 33 horas antes, un sismo de magnitud 8,1 había remecido la Península de Arauco y sus alrededores, por lo que pocas personas habrían siquiera imaginado que le seguiría uno de mayor tamaño, cuya zona de ruptura se extendió por cerca de 1.000 km. hacia el sur, hasta la Península de Taitao. Fue incluso necesario redefinir, años más tarde, la escala de magnitudes para representar adecuadamente el tamaño de este evento.

Los grandes cambios de elevación producidos bajo el fondo oceánico fueron los responsables de la generación del maremoto que afectó significativamente toda la costa del centro-sur de Chile y las islas del Océano Pacífico, causando muerte y destrucción hasta en extremos tan lejanos como Hawái, Filipinas y Japón.

El reciente terremoto del Maule de 2010 -aunque de menor magnitud-, nos hizo recordar las temibles consecuencias de los mega-sismos que, ineludiblemente, nos seguirán afectando en el futuro. Durante los últimos 450 años del registro histórico, como promedio, un sismo de magnitud 8 o equivalente ha ocurrido en Chile cada docena de años.

Al considerar las amenazas de origen natural desde los inicios del siglo pasado en nuestro país, terremotos y tsunamis han producido más del 95% de las fatalidades y pérdidas económicas -del orden del 1% del PIB anual equivalente-, por lo que conocer y reducir el riesgo que conllevan estos peligros es extremadamente importante.

Olvidar estas tragedias nos condenará a repetirlas, siendo necesario mantener en la conciencia de todos los estamentos de la sociedad, que Chile es un país sísmico y es necesario estar siempre preparados, para atender adecuadamente al desafío que supone la respuesta del Estado frente a estas situaciones, lo que se traduce en salvar vidas y disminuir las pérdidas económicas que generan estos eventos.

En estos aspectos, el Sistema Nacional de Protección Civil, del que forman parte el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile y el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada, coordinado por la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, ha desarrollado mejoras significativas luego del punto de inflexión ocurrido hace 10 años, impulsando actualizaciones en los sistemas de observación que hoy operan, lo que ha significado, entre otros aspectos, reducir ostensiblemente los tiempos para determinar si un sismo es capaz de generar o no un tsunami. Estas capacidades requieren mantenerse y actualizarse para asegurar su continuidad operacional.

Por otra parte, además de incorporar mejoras a las redes actualmente en funcionamiento, se deben actualizar permanentemente las normas sobre diseño sísmico de edificaciones, junto con integrar nuevas metodologías de detección y observación para permitir una respuesta aún más rápida en los sistemas de monitoreo y alerta. Todo aquello, permitirá seguir desarrollando este sistema, incorporando de manera eficiente las lecciones aprendidas y las buenas prácticas de catástrofes pasadas, aportando con ello a la gestión del riesgo en el país.

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